«El rock no es país para viejos»

A. Vellón / A. Díaz

SOCIEDAD

El roquero, que ofrece esta noche en Narón un concierto dentro de su última gira, se aleja de extravagancias y prefiere que lo llamen «leyenda» a «diplodocus»

17 jul 2009 . Actualizado a las 09:18 h.

Describir la lustrosa hoja de servicios musicales de Miguel Ríos Campaña (Granada, 1944) no dejaría sitio para su conversación. Hoy, a las 23 horas, ofrece un concierto de entrada gratuita en el paseo de Xuvia, de Narón, dentro de su última gira. Alejado de extravagancias, es rápido al «recordar» la memoria de la edila de Cultura de ese Ayuntamiento, Manuela Pérez Sequeiros, fallecida el lunes. Otro botón de su carácter.

-Más de cuarenta años de música... ¿Cómo se toma la decisión de dejar los escenarios?

-Ya tengo 65 años. La última gira que hice la terminé en el 2005. Esta va a durar hasta el 2011 porque tengo que ir por toda España y a muchos países de Latinoamérica. Si luego pasan otros cuatro o cinco años para dar otra gira, preparar otro disco... Pues sería dar una gira en el geriátrico. No me apetece no estar en una gran condición física, estar incómodo en el escenario. El rock no es país para viejos.

-Hay mucho dinosaurio del rock, sin embargo...

-Sí, bueno. Pero si hablamos de los Rolling, que son la gran excepción, no sé... Mick Jagger es un tío que se ha cambiado la sangre no sé cuántas veces. Yo no estoy en esa liga. Yo estoy en una liga mucho más humana, mucho más cercana. Y tengo la suerte de poder decidir cuándo lo dejo. He sido, creo, dueño de mi destino. Y ese es el premio más grande que da este oficio.

-¿Pero es una retirada total?

-No me voy a retirar del todo porque siempre tiene uno un gusanillo que creo que no va a morir cuando decida no subirme a un escenario. Pero voy a dedicar mi actividad creativa a la solidaridad. Estoy haciendo una oenegé o fundación, aún no sé, que se va a llamar Solidarirock.

-¿Qué piensa cuando le llaman leyenda?

-Me gusta más que digan que soy una leyenda y no un diplodocus. Pero al final, uno está en su hotel preparándose para un concierto y fuera está el mundo. Y el mundo tiene derecho a pensar lo que quiera sobre uno.

-Comenzó usted en 1983 con un formato de grandes conciertos en campos de fútbol y plazas de toros. ¿Por qué?

-Aquí venían solo grandes bandas extranjeras. Traían montajes con los que nosotros no podíamos competir. Yo tuve la suerte de tener una gente que quería publicitarse a través de los conciertos y pusieron la pasta para poder llegar a esos escenarios. Y el público apreciaba que no había una enorme diferencia, que el rock se hizo como medio de comunicación y que no había que nacer en Wisconsin para ser un buen roquero.

-Se le ve alejado de extravagancias. ¿Son hoy necesarias para triunfar en el rock?

-Si coges alguna revista especializada, de lo primero que se habla es del grado de drogadicción que tiene el tipo o de las dificultades tan terribles por las que pasa... Bueno, todos nos hemos metido de todo y hemos tenido pasotes, pero la vida privada tampoco es como para airearla de una forma tan obscena. Yo no hago un canto a la sencillez de forma gratuita. Cuando estoy encima de un escenario, como esta noche, soy como la gente que está abajo.

-¿Cómo ve el panorama actual? ¿Pueden durar los más jóvenes?

-El otro día [en Gredos] tuve la suerte de estar con todos los representantes, por edades, de ese panorama. Jorge Salán, Rebeca Jiménez, Iván Ferreiro, Quique González... Y más por arriba, Mikel Erentxun, Johnny, de Burning, Rosendo... Si van a estar 40 años no depende de la gente de la música. Depende de una industria. Por talento, seguro que sí.

-Un disco.

-The River, de Springsteen.

-Un grupo.

-The Beatles.

-Una canción.

-The River, de Springsteen.

-Un cantante.

-Ray Charles.

-Un concierto.

-Los Led Zeppelin en Los Ángeles en 1970.

-Una canción suya.

-Quizás Corazones rotos.

-Un político

-Buff... Barack Obama

-Una gamberrada.

-¿Una gamberrada? [Risas] ¡Me voy a comer esta tarde todo el marisco que haya en Narón!