Un programa de televisión británico para elegir modelo - Make me a supermodel - ofreció en el 2007 una singular polémica entre las dos finalistas: Jen Hunter, de 24 años, y la sueca Marianne Berglund, de 18. La primera pesaba 70 kilos y los jueces del concurso -entre ellos la ex top Rachel Hunter o la directora de una agencia de modelos- la criticaron por no ponerse a dieta; la segunda, Berglund, con sus ni siquiera 50 kilos, recibió todo tipo de halagos del jurado profesional.
El día de la votación ambas lucieron el mismo bañador, una pieza de lamé dorado (puede verse en las fotos que acompañan esta noticia) y votó el público: los espectadores expulsaron a la joven Marianne, a la que consideraron excesivamente delgada para ser atractiva. Eso sí, Hunter se quedó sin el premio final, un contrato con una agencia de modelos, que se llevó un concursante de la categoría masculina.
Este divorcio crítica-público es un hecho incontestable, y hasta las propias revistas lo aceptan. Incluso, a veces, las protagonistas. Es el caso de la estilista más de moda de Hollywood, Rachel Zoe -se encarga de la imagen de Cameron Diaz, Mischa Barton o Nicole Richie-, que asume que su delgadez natural puede dar lugar a malentendidos. Por eso, una vez que participó en la revista Harper's Bazaar, aceptó que se trucasen las fotos para que pareciese una mujer «normal», tal y como se puede ver en la otra imagen que acompaña esta información.
Eso sí, Rachel Zoe negó en todo momento padecer enfermedad alguna y recalcó que ella no pone a dieta a sus clientas, sino que les saca el máximo partido aceptando, sea cual sea este, su físico.