El secretario general de la ONU hizo un llamamiento para que la conferencia mundial no acabe en un fracaso
16 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.La cumbre del clima sigue bloqueada. «Las negociaciones avanzan demasiado lentamente», admitió ayer el responsable de Naciones Unidas para el cambio climático, Ivo de Boer, justo en el día en el que se abría la sesión ministerial de la reunión internacional, aunque el grueso de los 120 jefes de Estado y de Gobierno que se esperan no llegarán hasta mañana. «Estamos ante un momento determinante de la historia. Estamos aquí para tener éxito o fracasar», subrayó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Pero su optimismo choca con el ritmo de las negociaciones y, sobre todo, con las dificultades de alcanzar en Copenhague un acuerdo vinculante que sustituya o renueve el Protocolo de Kioto con la incorporación de Estados Unidos, aunque sea a través de otro tratado paralelo.
Al estancamiento de las negociaciones contribuyó ayer el anuncio del representante de la delegación de Estados Unidos, Todd Stern, de que su país no está dispuesto a aumentar su oferta de reducción de emisiones y que la que ha hecho está condicionada a la aprobación de la legislación correspondiente en el Congreso, lo que no ocurrirá hasta primavera en el mejor de los casos. EE.?UU. se compromete a rebajar sus emisiones en un 17% para el 2020 con respecto al nivel del 2005. En la práctica, la disminución solo supone un 4% si se atiende a lo establecido en el Protocolo de Kioto, que fija 1990 como año de referencia. Y choca más aún si se tiene en cuenta de que la UE ya ha alcanzado un acuerdo vinculante de rebajar sus emisiones en un 20% y está dispuesta a llegar a un 30% si otros países mantienen compromisos similares.
Promesas sin obligaciones
«La reducción que ofrecemos podría ser mucho mayor, pero no nos comprometemos a ello ahora porque es incierto y no queremos prometer algo que no tenemos», señaló Stern, a la espera de que la llegada de Obama a la cumbre el viernes pueda hacer modificar este planteamiento inicial. Si lo hace sería, en todo caso, una promesa más que una obligación, ya que la delegación norteamericana no firmará nada por escrito hasta que lo apruebe su Congreso.
El otro jarro de agua fría llegó de China, que no tiene ninguna intención de debatir en Copenhague el objetivo de atenuación de emisiones anunciado hace unas semanas, que consiste en rebajar su intensidad energética (emisión de dióxido de carbono por unidad de PIB) entre un 40 y un 45% para el 2020. Si se aplica el criterio de Kioto, la reducción no alcanza el 3% de disminución de CO2. Y es más, China no aceptará que este compromiso, que dice voluntario, se convierta en obligatorio.
Desde Rusia tampoco llegan noticias alentadoras. Su presidente, Dimitri Medvédev expresó ayer su escepticismo sobre la posibilidad de que de Copenhague salga un tratado vinculante para combatir el cambio climático. Rusia asumirá una reducción de un 25% de emisiones, pero solo «si se cumplen una serie de condiciones».
Y el caos también sigue instalado en la organización de la cumbre, desbordada por más de 40.000 delegados cuando el lugar donde se celebra solo tiene capacidad para 15.000. Para evitarlo, la ONU, que admitió su responsabilidad en la desorganización, limitó ayer la entrada de los representantes de las oenegés de 21.000 a 7.000.
La buena noticia llegó de Japón, que anunció que aportará 10.000 millones de dólares para el fondo destinado a ayudar a los países pobres a combatir el calentamiento global.