En España hay unas veinte personas con el síndrome de cautiverio

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

Al caso del coruñés Eloy Gómez Taboada se suma el de Charlie, un vallisoletano que también escribe

07 dic 2010 . Actualizado a las 11:26 h.

La historia de Eloy Gómez Taboada, el bergondés que lleva 16 años encerrado en un cuerpo, es un ejemplo de tenacidad y esfuerzo ante la adversidad. Con él, se calcula que otras veinte personas sufren en España el llamado síndrome de cautiverio, un problema médico derivado de un daño en el tronco cerebral y que supone sentir todo, ser consciente de todo pero no poder mover casi nada; solo, en el mejor de los casos, como el de Eloy, los ojos.

El síndrome de cautiverio puede tener varias causas: un problema de desmielinización osmótica, una sobredosis de medicación, un traumatismo craneoencefálico, o un infarto cerebral, como le ocurrió a Eloy Gómez y a José Carlos Carballo, Charlie. Este último es el caso español más conocido, ya que se trata de un joven vallisoletano que, a pesar del problema físico que tenía, pudo escribir dos libros -El síndrome de cautiverio en zapatillas y Verbos- y subirse a un avión para sobrevolar su ciudad natal. Otra cosa que también pudo hacer ha sido protagonizar un documental sobre su vida a cargo del periodista y cineasta Miguel González Molina. Y al igual que a Eloy, Internet le ofrece la oportunidad de estar conectado con el resto del mundo. Según explicó su mujer, Puri, recibe correos de todo el mundo, no solo de España, sino de lugares tan lejanos como Japón o Rusia.

Capacidad jurídica

El último proyecto de Charlie es montar una asociación de pacientes a través de Internet. El objetivo es dar voz a los enfermos y concienciar a la sociedad de que, a pesar de sus limitaciones, las personas con una discapacidad tan profunda pueden disfrutar de la vida. Él es un claro ejemplo de ello. Así, tras sufrir el accidente cerebrovascular, Charlie no tenía capacidad jurídica, ya que estaba bajo la tutela de su mujer, Puri. Sin embargo, peleó ante la Justicia para recobrar su independencia, alegando que su problema era puramente físico, no mental. Finalmente, pudo volver a votar, recuperando algo que la enfermedad le había arrebatado.