Ni el fiero normando se escaquea de la inspección anual de sus «drakkar»
07 ago 2022 . Actualizado a las 21:27 h.Hace años, no demasiados, el compañero Nacho Mirás experimentó en sus carnes el privilegio de asistir a uno de los más descabellados abordajes de cuantos en la ría de Arousa han sido. Bogaba nuestro cronista, convenientemente ataviado con pieles y casco cornúpeto, como un miembro más de la tripulación que cada primer domingo de agosto ataca las Torres de Oeste, en Catoira, cuando una moderna zódiac se interpuso a la americana en el rumbo viril de su drakkar. Alzando la voz desde la lancha, una pareja de la Guardia Civil exigió a los normandos los papeles del barco. Debió de pensárselo mejor el agente al mando, al comprobar la airada reacción de las hordas norteñas, y dio orden de volver a tierra sin mayor comentario.
La verdad, dicen quienes allí estuvieron, es que la nave remontaba el río Ulla a reventar, con apenas un palmo de margen sobre el naufragio, plagada de vociferantes, insomnes y, por decirlo de alguna forma, sobrehidratados hijos de Tor y Odín. Cualquiera le reconviene su actitud a una tropa de tan torva mirada, cargada de yelmos, hachas, espadas y ¿aguamiel?
No tan fiero como lo pintan
Viene todo esto a cuento de una reveladora constatación: pese a la furibunda apariencia que exuda la longeva Romaría Vikinga de Catoira -este año suma 51 muescas en la quilla del drakkar-, no es tan fiero el normando como lo pintan. Tal vez en marcha, en veranito y con el remo a pleno ritmo, los muchachos se pongan farrucos. Pero cuando el navío se pasa el invierno fondeado a un paso de las Torres y la posibilidad de volver a hacerse a la mar requiere, indefectiblemente, su sumisión a la reglamentaria inspección anual de Capitanía Marítima de Vilagarcía, los humos descienden bajo el nivel del taparrabos. En resumidas cuentas, los vikingos galaicos no tienen otra que pasar la ITV de sus barcos, como el hippy la de la DKV trotona recuerdo de Ortigueira.
Ayer, uno de los integrantes del servicio de Inspección Marítima examinó el Frederikssund, magnífica nave de recia madera de carballo. Lo hizo primero en seco -como en Catoira no hay grúa, sirvieron la rampa del club de piragüismo As Torre, el conocimiento de las mareas y un camión municipal- y a continuación a flote bajo la atenta mirada del alcalde catoirense, Alberto García, y del vikingo Simón, que no daba puntada sin filo.
Qué demonios, se pregunta uno, necesitará un drakkar para navegar. El inspector lo aclara: «Demostrar unha integridade estrutural axeitada, medios de propulsión que neste caso son 28 remeiros e unha vela, timón, medios radioeléctricos, coma unha radio portátil VHF, e equipos de salvamento». ¿Y el Frederikssund?, ¿cómo va? Respuesta: «Unha obra de arte feita na ría de Arousa». Prueba superada. Vickie se frotaría el fuciño.
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