La central nuclear de Santa María de Garoña es la más antigua del parque nuclear español, con 42 años de vida. Además, su reactor es del mismo modelo que uno de los accidentados en la planta de Fukushima (Japón), uno de los más antiguos del mercado.
-¿Qué dicen los técnicos?
-El Consejo de Seguridad Nuclear ya había emitido un informe en junio del 2009 en el que avalaba la continuidad de la planta durante diez años más, tal y como había solicitado en ese momento la operadora. Sin embargo, el gobierno socialista apostó por su cierre, fijado por orden ministerial para julio del 2013. Es el acuerdo que, justamente, ahora se ha derogado.
-¿Es necesaria la energía eléctrica que aporta?
-El Gobierno dice que sí, y especialmente dada la elevada dependencia energética de España, fundamentalmente por el transporte. Sin embargo, Garoña es la central con menos potencia de todo el parque nuclear español, que en conjunto suministra una media del 20 % de las necesidades eléctricas del país. Su contribución en este campo es mínima, con un 6,5 % de la producción nuclear española. Y más si se tiene en cuenta que España es exportadora neta de electricidad. El saldo neto con Francia incluso es favorable.
-¿Su actividad es importante para la zona?
-En este caso no hay duda. Unas 1.500 familias dependen directa o indirectamente del funcionamiento de la instalación. Su impacto económico para la zona se ha cuantificado en 355 millones de euros en los últimos diez años.
-¿Superó los test de estrés post Fukushima?
-Sí. Pero el CSN le ha exigido que realice mejoras en seguridad nuclear y protección radiológica.