Un pionero y un símbolo de la evolución

SOCIEDAD

NASA

22 may 2019 . Actualizado a las 18:40 h.

Mientras usted lee estas líneas, un robot fabricado por el hombre surca la superficie de Marte en busca de indicios de vida extraterrestre. Hace apenas tres meses, una nave privada atracaba por vez primera en la Estación Espacial Internacional. Los hitos del Curiosity y de la cápsula Dragón son los últimos jalones, por ahora, en la historia de la exploración del universo; una historia que no terminará nunca de escribirse, pero que empezó gracias al arrojo de un puñado de pioneros.

Desde Chuck Yeager -el piloto que rompió la barrera del sonido- hasta Yuri Gagarin, pasando por Alan Shepard, John Glenn o los miembros de la misión del Apolo XI, todos ellos hicieron posible esa quimera de poner un hombre en la Luna. La fascinación por nuestro satélite se remonta sin embargo a los albores de la humanidad y no ha habido civilización que no haya soñado con conquistarlo. Hiparco, Ptolomeo, Galileo, Kepler... Los astrónomos llevaban cientos, miles de años, dirigiendo sus miradas al cielo, y por fin un día de julio, hace 43 años, la Luna quedaba a nuestros pies.

Fue un alunizaje de alto riesgo, como todo lo que rodea a la exploración espacial, que pasó por momentos muy críticos. A los 20 minutos del descenso, Armstrong y Aldrin se dieron cuenta de que el ordenador de a bordo se había colgado y Houston tuvo que reiniciarlo desde la Tierra. Los cálculos sobre el punto en el que debía posarse el Águila erraron en seis kilómetros y cuando por fin encontraron un lugar adecuado solo quedaban 30 segundos de combustible. Mientras, Collins los esperaba orbitando, convertido en el hombre que más aislado ha estado jamás al pasar por la cara oculta -e incomunicada- de la Luna.

Neil Armstrong es un símbolo de lo que significa la evolución humana. En estos tiempos de miseria, conviene recordar para qué estamos aquí abajo y cuán arriba somos capaces de llegar.