
Diez años después del siniestro del transbordador aún quedan dudas
02 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Solo quedaban 16 minutos para el aterrizaje, pero los ingenieros de la NASA y los propios astronautas intuían que solo un milagro los salvaría. Cuarenta segundos antes de que la nave se desintegrara, los siete miembros de la tripulación ya sabían que iban a morir. Y así fue. El transbordador Columbia explotó en miles de pedazos el 1 de enero del 2003, hace justo diez años, una efeméride que fue conmemorada ayer por la NASA.
Fue, junto con el del Challenger, ocurrido 17 años antes, el mayor accidente de la historia espacial. Pero una década después aún se mantiene vigente la pregunta: ¿pudo haberse evitado? La culpa del siniestro fue una espuma aislante de la nave que se desprendió e impactó contra el escudo térmico del ala izquierda para formar una pequeña fisura. Suficiente como para que el transbordador no pudiera soportar la reentrada en la atmósfera terrestre. Los ingenieros ya advirtieron del problema un día después del despegue, aunque una comisión de la NASA que repasó el incidente concluyó que no había peligro. ¿Podría, en cualquier caso, organizarse otra misión para rescatar a los astronautas? Los técnicos sentenciaron que no, pero la duda permanece.
De lo que no queda duda es que el accidente marcó el fin de la era de los transbordadores. Si estas naves aún se mantuvieron hasta julio del 2011, después de dos años paradas entre el 2003 y el 2005, solo fue por la presión ejercida por los socios de la NASA para completar la construcción de la Estación Espacial Internacional. Pero la suerte ya estaba echada tras el Columbia.
Y el futuro pasa por la iniciativa privada, que ya ha desarrollado naves de carga. La futura cápsula tripulada el programa Orion, en el que colabora con la NASA la Agencia Espacial Europea, será diseñada y fabricada por la empresa Lockheed Martin.