Tras los astronautas, serán los turistas los siguientes humanos en disfrutar de la ingravidez, los menús deshidratados y el paisaje terrícola desde lo alto
02 may 2013 . Actualizado a las 22:16 h.Ir al espacio dejará definitivamente en los próximos años de ser una odisea de ciencia ficción para convertirse en un plan vacacional de millonarios dispuestos a pagar cantidades estratosféricas por realizar un viaje orbital organizado o un «crucero» a la Luna con vistas al planeta azul.
Tras los astronautas de carrera, serán los turistas los siguientes humanos en disfrutar de la ingravidez, los menús deshidratados y el paisaje terrícola desde lo alto con la única misión de vivir una experiencia inolvidable que a buen seguro hará furor en las redes sociales.
El precio del billete será, por el momento, asequible solo para unos pocos. La tarifa más barata ya a la venta se sitúa en 95.000 dólares por persona por un vuelo suborbital.
La explotación comercial a través de la inversión privada ha pasado a ser la gran alternativa para financiar la exploración espacial que hasta ahora se alimentaba de costosos programas públicos pagados por las grandes economías mundiales.
Lejos quedan los tiempos del programa Apollo que le permitió a Neil Armstrong darse un paseo lunar y más recientemente tocó a su fin la era de los transbordadores cuyo mantenimiento dejó de salir rentable. Vehículos como el Endeavour o el Discovery pasaron de acoplarse en la Estación Espacial Internacional (EEI) a estacionarse en museos de Estados Unidos.
Ahora lo que se lleva es el SpaceShipTwo (SS2) de Virgin Galactic, del potentado británico Richard Branson; el Dragon de SpaceX, compañía del fundador de PayPal, Elon Musk; el New Shepard de Blue Origin, empresa del creador de Amazon Jeff Bezos; o el Lynx, de XCOR Aerospace, proyecto levantado por un ex de Intel, Jeff Greason.
El SS2 rebasó esta semana la barrera del sonido en un vuelo de prueba que despegó desde California, en EE.UU., y según declaró Branson, su nave, un avión con capacidad para 6 pasajeros y dos pilotos, estará lista para realizar un viaje espacial para finales del 2013.
«Éste es tu primer paso para ser un astronauta», dice la página de venta de billetes para el SS2 que ofrece plazas por 200.000 dólares para participar en este viaje suborbital compartido, incluido traje espacial de diseño y experiencia de ingravidez.
Artistas como Ashton Kutcher, Tom Hanks, Angelina Jolie y Katie Perry son algunos de los cientos de personas que han dejado ya un depósito de 20.000 dólares para garantizarse un sitio en el SS2, que es el prototipo más avanzado de todos los que compiten por poner a los turistas en órbita.
XCOR trata de diferenciarse de sus competidores prometiendo «algo realmente de astronauta» que consiste en sentar al viajero en la cabina del piloto de su Lynx por el módico precio de 95.000 dólares para un vuelo que alcanzará los 100 kilómetros de altura durante algo más de 4 minutos, si bien el vehículo no estará listo hasta finales del 2014.
XCOR calcula que en los próximos 10 años habrá 20 Lynx operativos y actualmente busca personal, de hecho este sector demanda muchos trabajadores. Solamente Blue Origin tiene casi 30 ofertas de empleo a día de hoy en su página web.
Los pioneros en esto de transformar el espacio en un parque de atracciones fueron los fundadores de la empresa Space Adventures que entre el 2001 y el 2009 llevaron a golpe de talonario a siete particulares hasta la EEI a bordo de la nave Soyuz, entre ellos a Dennis Tito, el primer turista espacial que pasó una semana fuera del planeta.
A diferencia de sus rivales, Space Adventures no fabrica sus propios vehículos y ha cerrado un acuerdo con Armadillo Aerospace para utilizar su prototipo de viajes suborbitales, aún en desarrollo, y ofertar paquetes turísticos por 102.000 dólares.
La compañía tiene diseñado un crucero para circunnavegar la luna que se realizará con tecnología rusa, aunque no se han dado muchos detalles al respecto, mientras que la empresa británica Excalibur Almaz y la estadounidense Golden Spike aseguran que sus turistas podrán pisar su superficie igual que Armstrong en 1969.
SpaceX quiere ir más allá y ha puesto su vista en Marte. Su Dragon es la cápsula elegida por el proyecto Mars One para enviar terrícolas el planeta rojo en un viaje sin retorno.
El pasado 22 de abril comenzó el reclutamiento de colonos a través de Internet. En tan solo dos días ya se presentaron 33.000 solicitudes de gente dispuesta a dejar atrás para siempre su mundana vida terrestre.
Mars One se ha propuesto establecer el primer asentamiento en el vecino planeta en el 2023 y hacer frente a los costes a base de publicidad.
El proyecto será televisado, como un Gran Hermano, de principio a fin, desde el proceso de selección de los colonos hasta el viaje y las posteriores crónicas marcianas.