Francisco quiere «un Gobierno menos romano», confirma Lombardi
01 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Llega la hora de la verdad para la curia vaticana, sacudida en los últimos meses por escándalos de corrupción e intrigas. El papa Francisco oficializó ayer la creación del llamado G-8, el consejo de ocho cardenales que desde hoy y hasta el jueves orquestará junto al pontífice la reforma de la curia, que es el Gobierno de la Iglesia católica. Este nuevo órgano nace como instrumento de consulta al servicio del papa.
Pocos dudan de cuál será el resultado de estas reuniones: la desarticulación del núcleo de poder de la Iglesia en los últimos años y el reparto universal de esa influencia. Pero por si alguien no lo tenía claro todavía, Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, avanzó ayer las intenciones del pontífice, sin muchos rodeos: «Quiere un Gobierno menos romano, que tenga en cuenta la situación en todos los continentes y que equilibre el método de consulta». Es decir, que Roma cederá su poder absoluto después de siglos. Un hecho histórico.
Para respaldar la labor de los ocho purpurados se han recogido ochenta propuestas realizadas por conferencias episcopales y religiosos de todo el planeta, orientadas siempre hacia una reestructuración profunda del Gobierno de la Iglesia.
Y para que no se desvirtúe el espíritu de lo que pretende Bergoglio, el propio papa decidió incluir entre los asesores del G-8 al estadounidense Sean Patrick O'Malley, arzobispo de Boston. Este severo fraile capuchino cargó duramente contra las intrigas y corruptelas de Roma en numerosas ocasiones, hasta el punto de que abanderó una auténtica revolución durante el último cónclave para forzar la elección de un pontífice ajeno a la curia que limpiase a fondo los sótanos del Vaticano. Fruto de su inquebrantable posición en el cónclave, resultaría elegido contra todo pronóstico el papa Francisco, que acomete ahora esa tarea de la mano del influyente O'Malley.
Y con la intención de que el cardenal encuentre terreno abonado para sus planes de diseminación del poder romano, Francisco sitúa al frente del G-8 al hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, presidente de Caritas Internationalis y famoso por propugnar también la renovación del Gobierno de la Iglesia.