El humorista y guionista gallego, que en su día ganó el concurso de «El club de la comedia», reflexiona con ironía sobre su etapa escolar
08 dic 2013 . Actualizado a las 11:59 h.Vaya por delante que tuve una infancia muy feliz. Que me pasé horas jugando y que he vivido cincuenta vidas distintas a través de mis clicks de Playmobil. Que con mi dominio de Tente podría construir un reactor que funcionase de verdad. Que me encantaba el ColaJet, los bocatas de Nocilla y los de Pralin, incluso. Que a mi Yupi tampoco me la daba, que yo era de Espinete. Y lo que vosotros queráis. Pero de ahí a venerar los tiempos de la EGB, considerarlos lo mejor de la vida y de la historia de todo un país y mirar a las generaciones de ahora con condescendencia, como diciendo, «vosotros no sabéis lo que es bueno», va un trecho bastante grande.
Estoy bastante harto de toda esa mitificación de la época. De todos esos grupos de Facebook convirtiendo cutradas en mitos. Porque no nos engañemos, si nos gustaban las cosas de la época era porque no había cosas mejores, no porque fuesen buenas en sí mismas. Lo siento, pero es así, y como sé que reclamaréis ejemplos que prueben este atrevimiento, os regalo unos cuantos: El Cinexin, «¡cómo molaba el cinexin!», diréis. Pues no. No molaba una mierda. Las películas eran cortas, se veían mal y no tenía sonido. «Ya pero tú controlabas la velocidad», diréis. Uno: Nada que no se pueda hacer con un mando. Y dos: La controlabas porque como no hablaban, ¿qué más te da a la velocidad en que caminase el pato Donald, si era lo único que hacía en toda la peli?
Más ejemplos, los videojuegos. Esos ordenadores Amiga o Amstrad que funcionaban con cassette, tardaban una hora en cargarse y no eran ni en color.
De verdad, no sé qué tenía de guay eso, el Angry Birds del iPhone es bastante mejor que todo eso. Es así. Asumidlo. Si pudieses viajar en el tiempo al pasado y regalarte a ti mismo el Angry Birds en una tablet, tirarías el Amstrad al fuego a los diez minutos. Y la Nintendo y la Master System.
Sigamos:«Los dibujos de antes eran mejores». No lo sé. Puede que Bola De Dragón, sí. Pero, ¿habéis visto Bob Esponja u Hora de Aventuras? Le dan mil vueltas a Calimero y a la Aldea Del Arce, amiguitos. Historias surrealistas propias de los Monty Python que no tratan a los chavales como si fueran estúpidos.
Puro desfase. Chamalele chamalá. Qué más queréis: ¿Las chuches? ¿Cuáles? ¿El Calipo? ¿El Drácula? Llamadme sibarita, pero siempre que he podido pagarme un Haggen Dazs no he dudado entre él y el Calipo. No he dudado nada. ¿O teníais en mente más bien los chicles Bang Bang? A dios gracias que desaparecieron a tiempo de que conservásemos las muelas. Creo que eran peores para la dentadura que las drogas ácidas. ¿Queréis más aún? ¿Jugar en la calle? ¿Hacer porterías con las chaquetas? ¿Era guay eso? No amigos, que fuera la única posibilidad de tener porterías no lo hacía guay. En donde mis amigos y yo de pequeños poníamos chaquetas, hoy en día hay porterías. Y aunque al lado hay una explanada donde poder jugar poniendo chaquetas, los niños juegan donde las porterías. ¿Y sabéis por qué? Porque pudiendo elegir entre porterías y chaquetas ningún niño es tan gilipollas como para elegir chaquetas.
Podría seguir desmontando ejemplos hasta que cada grupo de Facebook de nostalgia absurda pierda el sentido, pero prefiero gastar los últimos caracteres que se me conceden en proponer grupos de Facebook que echo en falta para acabar de completar el recuerdo de tan dorada edad:
«A mí también me encantaba tener que tragarme en la tele un culebrón cutre porque solo había dos o tres canales y no había Internet, ni DVD's, ni nada».
«A mí también me encantaba no poder jugar con mis juguetes porque se quedaban sin pilas y no podía comprar más. Ojalá nunca se hubiesen inventado las baterías de litio».
«Aún rebobino las cassettes con un lápiz porque realmente me parece mejor que escuchar la música en CD o en Mp3 y me sobra el tiempo». «Cuando voy de viaje sigo llevando una cámara desechable aún a riesgo de que el mejor momento llegue acabado el carrete. Soy gilipollas». «A mí también me hacían estar de rodillas de cara a la pared si hablaba en clase e incluso me pegaba mi profesor con la regla en las palmas de las manos.
Cómo lo añoro». ¿Qué? ¿Os sigue pareciendo el momento cumbre de la humanidad la EGB? Lo pasamos bien durante la EGB, por supuesto que sí, pero no por mérito de la EGB, sino porque éramos niños. Y los niños se lo pasan bien.