Los populares piden al PSOE que no hable en nombre de todas las mujeres
12 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Elena Valenciano defendió la proposición no de ley del PSOE para la retirada de la reforma de la ley del aborto apelando «a las diputadas del PP para que no voten como diputadas lo que no votarían como mujeres». Pero su petición cayó en saco roto, porque aunque en las filas populares hay franco rechazo a la normativa propuesta por Gallardón, a la hora de votar los conservadores cerraron filas. En el Congreso, en urna y voto secreto, se emitieron 340 papeletas (de las 350 posibles), de las que 151 fueron «sí», 6 «abstención» y 183 «no». Si se entra en el terreno de la especulación, en el PP habría tres abstenciones.
En una exposición muy clara, Valenciano, además de las razones ya conocidas contra la ley de supuestos frente a la de plazos para abortar, metió el dedo en la llaga popular: «Si tienen un problema con el ala dura de su partido, las mujeres no podemos ser moneda de cambio».
Cambio en el argumentario
En la tribuna solo destacó el argumentario, por ligeramente remozado, del PP. El partido eligió a una mujer, su portavoz adjunta en el Congreso, Marta Torrado, para hablar. De su discurso se pueden destacar estas cinco cosas: el PSOE «no quiere debatir» y hace «una oposición por derogación», porque es un partido «intolerante» que «cree que tiene el monopolio de lo que está bien y está mal»; relacionado con lo anterior, Torrado abrió un frente nuevo al criticar que «el PSOE hable en nombre de todas las mujeres», cuando no todas piensan igual, y esas discrepantes no son «ni menos modernas ni menos formadas», e incluso «superaron esa animadversión hacia los hombres» que, según el PP, exhiben las feministas de izquierdas; en tercer lugar, Torrado aludió a que la ley «no deja solas a las mujeres en un trance tan duro», en referencia a la necesidad de que dos psiquiatras tengan que afirmar el daño psicológico de la futura madre para aceptar el aborto. En lo que no ha variado el PP es en su referencia a las menores, que no tendrán que tomar «en soledad una decisión que puede marcar su vida» frente a la posibilidad de la actual ley de que las chicas de 16 y 17 años no informen a sus padres del aborto si creen que les va a suponer un gran problema; también repitió el otro mantra de Gallardón, que esta es la primera ley que «no contempla la posibilidad de que una mujer vaya jamás a la cárcel» (aunque desde 1985 ninguna mujer ha ido a la cárcel por abortar). No dijo nada del programa electoral.
Sin sorpresas
El resto de los grupos cumplió con lo que se esperaba de ellos: la gallega Olalla Fernández Davila (BNG) calificó la ley de «opresiva y represiva», que supondrá «la clandestinidad y peligro de muerte»; Teresa Jordá (ERC) recordó que antes del 85 morían entre 200 y 400 mujeres en España cada año por abortos inseguros; Onintza Enbeita (Amaiur) fue la más radical en sus expresiones, y dijo que las mujeres no son «incubadoras»; Joseba Agirretxea (PNV), uno de los dos únicos ponentes varones, consideró la reforma inoportuna, que judicializa un asunto que debería ser sanitario y que no protege a las mujeres porque las aboca a abortos inseguros; Carlos Gorriarán (UPyD) recordó que el asunto no era solo de las mujeres, sino de toda la sociedad, y dijo apoyar al PSOE porque con la reforma del aborto propuesta «el Estado adopta como pública una moral privada»; Izquierda Plural, que llevó a la tribuna a Ascensión de las Heras, dijo que la reforma «huele a incienso y naftalina», que los abortos se evitan con «más formación afecto-sexual», más ayudas a la dependencia y sueldos más altos, y que en cambio el PP quiere consensuar «derechos humanos, que no se negocian».
Finalmente, CiU, como suele ser habitual en estos casos, se presentó dividida: Convergència, en boca de Lourdes Ciuró, dijo estar a favor de la ley del 2010, pero recordó que sus diputados tienen libertad de conciencia; y Montserrat Surroca, de Unió, se convirtió en la única ponente no popular que anunció que votarían en contra de la propuesta socialista, ya que no quieren anular un proyecto que todavía puede cambiar mucho y que a su grupo le interesa porque, aunque no tiene una posición al respecto todavía, sí estuvo en contra de la ley del 2010 en su momento.
La tercera votación «secreta»
La de ayer fue la tercera votación secreta que se realizó en el Parlamento español, y, como las anteriores, no supuso ningún cambio sobre los votos a mano alzada. Las anteriores ocasiones fueron: en el Senado en 1995 para crear una comisión de investigación de los GAL, que sí se formó; y en el 2003 en el Congreso sobre la guerra de Irak, sin sorpresas en el PP.