Denostada por los ecologistas, la extracción del gas entreverado en la roca podría permitir a Europa depender menos de Rusia, Libia y Oriente Medio
02 jun 2014 . Actualizado a las 18:02 h.La energía nuclear se impulsó en los setenta y ochenta porque prometía independencia energética, pero los ecologistas se alzaron contra las centrales atómicas debido a los riesgos de contaminación en caso de accidente y por el peligro que suponen durante miles de años los residuos que generan los reactores. Con el tiempo y, a pesar de los accidentes, las posturas parecen haberse matizado, y hay ecologistas convencidos que ya no odian la energía nuclear debido a que no genera CO2.
Ahora, el enemigo es otro, el fracking. Es una técnica que permite el aprovechamiento máximo de los pozos de gas porque, literalmente, lo saca de las piedras. Es tal su rendimiento que Estados Unidos tiene garantizada su autonomía energética de China durante medio siglo, y eso -cuando Rusia amenaza con cortar el suministro vía Ucrania, los Gadafi de turno se imponen a la democracia con su gas y hay que hacer la vista gorda a la persecución religiosa y feminista de la península arábiga por el petróleo-, no parece una cuestión baladí para Europa.
La Comisión Europea presentó esta semana una estrategia para aumentar la resistencia del sistema energético de la UE frente a posibles interrupciones de suministro, lo que se traduce en dejar de depender de Rusia, y esta estrategia tiene tres patas: moderación del consumo mejorando la eficiencia; diversificación del suministro, aumentando las líneas de entrada del gas desde el sur, o sea, España e Italia; y desarrollo de fuentes autóctonas, como las renovables, sin descartar tampoco la nuclear o el gas extraído mediante fracking.
En este contexto, no es de extrañar que el Congreso de los Diputados en Madrid echase abajo la mera discusión de una ley presentada por Izquierda Plural para prohibir el fracking en España. Según el PP, principal opositor al veto de esta minería, la técnica funciona desde 1940 y su uso podría suponer una fuente de energía «alternativa» dentro de la actual dependencia que tiene España.
¿Qué dicen ante esto los que se oponen al fracking? La diputada ecosocialista Laia Ortiz, de Izquierda Plural (ICV), fue quien presentó en Las Cortes su proyecto de ley, y en su exposición de motivos resume el sentir de quienes no quieren esta fractura hidráulica: para llegar a las gotas de gas que se encuentran entre la pizarra hay que destruir la roca y reunir el producto con inyecciones de agua, arena y químicos a la máxima presión; esto supone un derroche de millones de litros de agua, un desequilibrio en la estructura del subsuelo, el uso de sustancias contaminantes que pueden llegar a los acuíferos subterráneos y el retorno de un líquido con metales pesados propios de la pizarra (como plomo, mercurio, uranio o radón).
El Parlamento europeo publicó recientemente un informe que plantea «grandes interrogantes» sobre esta técnica y hay muchos lugares donde está prohibida: Francia, Bulgaria, y algunos estados alemanes, suizos y estadounidenses. En España hay siete comunidades que rechazan el fracking y más de 400 ayuntamientos.
El reciente caso de Texas
Esta semana, el vertido de un camión en una carretera de Texas alarmó a la población, ya que se trataba del agua residual del «fracking», que lleva productos químicos no declarados. En el estado hay 9.000 pozos activos y 5.500 en fase de creación. Un solo pozo necesita 300 litros por segundo.