John Galliano debuta con mucho teatro en Maison Margiela

EFE

SOCIEDAD

Su antigua casa, Dior, redescubrió y actualizó en la Semana de la Moda de París el estampado animal de la casa francesa, mientras que Loewe apostó por una colección de otoño-invierno llena de color

06 mar 2015 . Actualizado a las 20:55 h.

John Galliano volvió a las pasarelas del prêt-à-porter en París para Maison Margiela, casi cuatro años después de su estrepitoso despido de Dior por la polémica generada por una serie de insultos racistas y antisemitas, lo que le alejó por un tiempo alejado de la moda. Y el diseñador no lo hizo por la puesta trasera. Para su debut al frente de la casa de modas, se decantó por reinterpretar el drama para dar vida a su nueva colección para el próximo otoño-invierno. 

Dior
Dior ETIENNE LAURENT | EFE

Coincidienco con el regreso de John Galliano, la Semana de la Moda planificó pocas horas antes a sus anteriores jefes: Dior. Con la actriz y modelo estadounidense Dakota Johnson, hija de Melanie Griffith y protagonista de Cincuenta sombras de Grey junto a Olivia Palermo, Lorde o Laetitia Casta en primera fila, el modisto belga Raf Simons configuró nuevas figuras a partir de estampados animales, en la colección de prêt-à-porter, que utilizó tanto el tweed como el charol y las pieles.

En el Patio Cuadrado del Museo del Louvre, se erigió para el desfile un espacio de paredes transparentes, en cuyo interior se habían dispuesto bancos blancos de tal manera que dibujaban pétalos de flores sobre un suelo rosa. Esta sería la única referencia a la vegetación que tanto ha desarrollado la casa, puesto que Raf Simons ha decidido recuperar otro de los hitos del legado de Dior: el estampado de leopardo que el histórico fundador usó por primera vez en 1947, para reemplazar a la piel auténtica del momento.

El salto ha sido abismal entre la réplica de aquellas manchas naturales y la reformulación de colores y tamaños propuestas por el actual director artístico, quien también trabajó con los dibujos longuilíneos de pieles atigradas. Los monos ajustados de jacquard que Dior defendió en su última pasarela de alta costura, hace poco más de un mes, encontraron en París su versión industrial, centrada fundamentalmente en las tonalidades cálidas y las formas circulares desiguales. La inspiración animal no se limitó a los motivos, sino también a los materiales y a los volúmenes, puesto que las pieles de zorro canadiense se utilizaron para construir abrigos y vestidos cortos. El pelo había sido teñido de manera desigual, en verde aguamarina o en lila, para alternar la fantasía con el color natural del mamífero.

Entre los materiales cálidos de esta colección figuraba igualmente el tweed, con el que Raf Simons construyó trajes compuestos por pantalones a media pierna, con vuelta, a juego con chaquetas cruzadas de doble botonadura o partes de arriba abiertas ligeramente en el centro siguiendo una costura ondulante. Estos conjuntos, que evocaron la vestimenta tradicional del varón, se declinaron en marrón, verde oscuro, rojo o rosa, y se combinaron con botines. 

Precisamente, el calzado fue uno de los elementos sobresalientes en esta colección, en la que Dior optó por botas de vinilo altas como si fuesen medias de colores portadas sobre tacones de resina transparente o ligeramente teñida. También desprendieron reflejos brillantes las prendas de charol troquelado con pequeñas hendiduras, que dejaron entrever la piel en faldas de tubo o partes de arriba rectas.

Entre los vestidos ideados por Raf Simons se encontraron los modelos cortos negros que abrieron el recital y que escondían un forro rosa o azul por debajo del vuelo asimétrico. Esta colección de prêt-à-porter se distanció de la herencia de la casa al renunciar a las faldas abullonadas y, por ende, también al volumen que suelen dibujar las partes inferiores de las siluetas de Dior. Únicamente unos pliegues en el lateral de un vestido y de una falda, o en la cintura de un cóctel de seda, consiguieron alejar el tejido del cuerpo.

Sin embargo, Dior se esforzó por crear un repertorio de abrigos largos de cachemira, de tweed de lana o de charol, que destacaron por sus colores, ya fuera burdeos oscuro, rojo o negro, o combinaciones cromáticas, como la que unió verde con ocre. Raf Simons ideó algunos más cortos y ajustados, que actuaron como vestidos, y que se caracterizaron por las franjas desiguales que atraviesan horizontalmente un fondo homogéneo con los collares con forma de cuellos de camisa decorando numerosos conjuntos.

Loewe
Loewe BERTRAND GUAY | AFP

No solo de Galianno y Dior vivió la cuarta jornada de la Semana de la Moda de París. El encargado de abrir el día fue el diseñador norirlandés Jonathan Anderson, que expuso su primera visión del otoño-invierno femenino, como director creativo de Loewe, con un desfile en el que defendió que es «la mujer la que lleva los pantalones»«Contamos con los mejores artesanos del mundo, pero quiero que todo el mundo lo sepa», declaró ek modisto tras la presentación, consciente de que para que se valoren las competencias de los talleres ubicados en España necesita definir la identidad de su etapa al frente de la marca.

En su segunda colección de mujer, tras la de primavera-verano que presentó en París en septiembre pasado, el creador quiso reforzar sus apuestas y aportar nuevas claves, de ahí que los pantalones se impusiesen en el armario de Loewe y el invierno contase con un toque «un poco eléctrico». La mujer a la que se dirigen estos diseños «está empoderada, le gusta el color y quiere divertirse», explicó Jonathan Anderson sobre una inspiración que incorpora su experiencia en Madrid, donde siente que «la gente sale para pasárselo bien».

A primera hora de la mañana, en la sede de la Unesco, invitó al público a tomar asiento en bloques de hormigón de formas geométricas, ubicadas en parte al aire libre bajo una carpa, en un día primaveral, aunque fresco, en París. Los diseños que presentó tuvieron «mucho volumen», desde los pantalones anchos con cintura muy alta, hasta las cazadoras deconstruidas y los «tops». Los patrones de formas irregulares fueron uno de los aciertos de una colección que abrió con una parte de arriba compuesta por franjas de colores sobre fondo negro, que se fueron ensanchando hacia la parte inferior de la prenda como gruesos rayos.

Las cazadoras de piel confluyeron entre la «perfecto» -por sus solapas- y la «bomber» -por sus formas holgadas y mangas anchas-, mientras que los abrigos se convirtieron en finas túnicas con doble botonadura en sintonía cromática. Los cuellos cayeron anchos, subieron altos o se construyeron asimétricos en los diferentes modelos que cubrieron el torso, en un ejercicio de originalidad y deconstrucción.

La colección también destacó por la incursión de los cueros metalizados o del lamé, una decisión estética que tiende a reforzar el rejuvenecimiento de la firma que lidera Anderson. Los plisados en tonalidades metálicas fueron otra de las novedades de Loewe, que no dudó en combinar estos vestidos con pantalones, y las faldas por debajo de la rodilla con botas de caña alta. Las formas geométricas, que Jonathan Anderson exploró desde su primera convocatoria a prensa e industria, configuraron cinturones de triángulos amarillos o círculos rojos, así como estampados de desordenadas formas cuadradas.

El diseñador aseguró inspirarse en la placa electrónica, lo cual se apreció principalmente en las minifaldas con motivos de líneas negras sobre un fondo verde, azul o rojo. La paleta cromática de pasteles, azul Klein, verde aguamarina o rojo pasión, sorprendió por tratarse de una colección invernal. «¿Por qué no?», preguntó Jonathan  Anderson, antes de responder: «el color hace feliz a la gente. Esta temporada me siento feliz». 

Isabel Marant
Isabel Marant MIGUEL MEDINA | AFP

Han completado la jornada el pelo, las maxi-prendas y los vestidos deconstruidos de Chalayan, los origamis de Issey Miyake, los clásicos de Isabel Marant con prendas étnicas y de aire retros con unas sugerentes transparencias, y la reinvención de la inspiración de los años 70 de Andrew GN.