La página de Meteogalicia es una de las más consultadas en la comunidad a diferencia de otros países como Colombia donde viven en la indiferencia meteorológica
16 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Hay que ver qué importante para los españoles en general, y para los gallegos en particular, es conocer el tiempo. Los programas sobre el tiempo son los más vistos y hasta se repiten y hay quien los graba. Lo primero que se lee en los periódicos es el tiempo y no entiendo cómo, sabiéndolo, los editores no le dedican más que una página. Ya antiguamente, una de las publicaciones más consultadas en Galicia era O gaiteiro de Lugo, un calendario agrícola anual muy divertido con predicciones meteorológicas, al que mis paisanos de Santa Comba otorgaban un valor de creencia absoluta.
Todo el mundo consulta varias páginas web meteorológicas y Meteogalicia es la web más visitada en mi tierra. Y mucha gente lo primero que hace en el día es mirar el tiempo que va a hacer (aunque es obvio porque lo están viendo), pero también el que va a hacer dentro de diez días. Yo, cuando estoy fuera, como ahora en Bogotá, también las miro -aunque no voy a volver a Galicia hasta dentro de una semana- y así me quedo tranquilo.
Pero aquí en Colombia, como en otros países, no hay boletín meteorológico después de los telediarios, los periódicos no tienen la sección del tiempo y a la gente le importa un bledo. ¡Viven en la indiferencia meteorológica! Ya en el desayuno le confieso a Lilian, una colombiana amiga, mientras compruebo cómo el periódico local no dice nada sobre el tiempo, que un gallego en estas condiciones queda desacougado. «¿Cómo podéis vivir sin saber el tiempo que va a hacer hoy y en los próximos días?», le pregunto. «Hoy ya lo veo, y después ya lo veré, y total nunca aciertan», me contesta con toda naturalidad.
Es interesante ver el distinto significado y valor del tiempo en los diferentes países. En el Reino Unido es, como aquí, muy importante, pero en otro contexto. Allí es importante como medio de iniciar una conversación. Interesa saber cómo va a hacer, pero para hablar, no les interesa per se como a nosotros.
A los alemanes el tiempo les parece algo demasiado imprevisible, poco controlable, y les interesa mucho más si está ligado a una posible catástrofe. Por eso el centro meteorológico de Berlín está casi subvencionado por alemanes que pagan por poner su nombre a las borrascas atlánticas con la esperanza de que sea el Klaus o la Hortensia de turno. Curiosamente, pagan más por poner nombre a los anticiclones que a las borrascas, porque son más organizadas y duran más y, por lo tanto, aplicando su pragmatismo habitual, son más rentables.
Pero yo creo que el interés de los gallegos es científico. Aquí interesa ancestralmente, pero interesa saber qué pasa, e igual que antes vivíamos de refranes basados en la observación, ahora la gente sabe de modelos, de ciclogénesis, de milibares. Como es uno de los pocos intereses científicos que tenemos, me pregunto por qué no lo usamos para explicar matemáticas, física y hasta biología a los niños. Si en el examen de PISA en vez de preguntar a nuestros estudiantes cuál es la ruta más rápida entre dos ciudades, como hicieron el pasado año, nos pusieran un mapa del tiempo, arrasábamos.
Estos días releí una joya breve del genial Gabriel García Márquez sobre su estancia en Galicia unos días de verano, en la que se mostraba sorprendido porque los gallegos continuamente se disculpaban sobre el tiempo que hacía. Decía: «Llovió durante tres días, pero no de un modo inclemente, sino con intempestivos espacios de un sol radiante. Sin embargo, los amigos gallegos no parecían ver esas pausas doradas, sino que a cada instante nos daban excusas por la lluvia. Tal vez ni siquiera ellos eran conscientes de que Galicia sin lluvia hubiera sido una desilusión, porque el suyo es un país mítico -mucho más de lo que los propios gallegos se lo imaginan-, y en los países míticos nunca sale el sol. "Si hubieran venido la semana pasada, habrían encontrado un tiempo estupendo", nos decían, avergonzados. "Este tiempo no corresponde a la estación", insistían».
Nos conocía poco y no se daba cuenta de lo importante que es para un gallego la hospitalidad y, claro, se nos funden los plomos cuando en verano, cuando toca, no podemos obsequiar a nuestros visitantes con lo que más apreciamos: un rayo de sol bien pronosticado.
No puedo menos que transcribir lo que me contestó una doctoranda colombiana, Zuleima, costeña como él, cuando le mandé a todo el grupo el relato. «Sin duda alguna Galicia es una tierra hermosa a pesar de la lluvia, lo único que le objeto a Gabo es que escribió su experiencia a partir de su impresión de 72 horas, tiempo en el cual todo lo que uno vive aquí es hermoso, incluyendo la lluvia, pero me pregunto si un costeño como él, que nació en Aracataca, donde hace más calor que en un horno, escribiría lo mismo si hubiese vivido por lo menos un mes no coincidente con el verano. Desafortunadamente, ya no lo podremos saber, pero quizás desde el cielo mire a los costeños que vivimos aquí y se compadezca y le diga a san Pedro que arregle la gotera que hay en Santiago».