El mal de las vacas locas modificó la dieta de los lobos en Galicia

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

ROI FERNANDEZ

Antes de la crisis comían carroña que los ganaderos abandonaban en el monte. Cuando la UE prohibió abandonar a los animales afectados, recuperaron su papel de depredadores

12 jul 2019 . Actualizado a las 20:21 h.

La crisis de las vacas locas ha devuelto su verdadera identidad al lobo gallego: la de ser un auténtico depredador. No es que hubiera perdido su esencia, pero la histórica tradición de los ganaderos de dejar el ganado muerto en el monte modificó sus hábitos para convertirlo en un verdadero carroñero, como los buitres. Se volvió cómodo porque tenía a su alcance comida más que suficiente sin necesidad de atacar a sus presas. Pero todo cambió en el año 2000, cuando la Unión Europea prohibió el abandono al aire libre de los rumiantes que morían en las explotaciones para evitar el contagio de la encefalopatía espongiforme bovina.

Estudios previos ya habían advertido que la legislación alteró la dieta de animales como los buitres, verdaderos carroñeros, pero la primera investigación que se ha hecho sobre los lobos, liderada por los científicos de la Universidade de Santiago Laura Lagos y Felipe Bárcena, demuestra que los cánidos también han modificado sus hábitos alimentarios. «La falta de carroña ha provocado que recuperen su papel de depredador», explica Laura Lagos, coautora de un trabajo publicado en la revista científica Environmental Management.

El lobo depende ahora en gran medida de ungulados como el corzo, su presa favorita, o el jabalí, y de caballos salvajes, aunque también tiene entre sus principales objetivos el ganado vacuno de las explotaciones. «Estos resultados sugieren un aumento en los daños a la ganadería, posiblemente asociados a nuevas formas de manejo que implican una mayor vulnerabilidad del ganado a los ataques del lobo», constata Felipe Bárcenas, el otro autor.

Expansión del corzo

Esta tendencia se reforzó a partir del año 2004, coincidiendo con la entrada en vigor de la ley sobre la eliminación de cadáveres de cerdos y aves, derivada también de la crisis de las vacas locas. Pero en este proceso de adaptación el lobo se encontró con una ventaja. A falta de carroña para hincar el diente se vio favorecido por la expansión de las poblaciones de corzo que se viene produciendo en Galicia desde los años 60, que contrarrestó también la leve disminución del número de caballos salvajes. Si hace décadas los corzos se localizaban fundamentalmente en el oriente gallego, ahora se distribuyen por casi todo el territorio.

En la dieta del Canis lupus también se observan diferencias en función de las zonas. Así, en el este de la comunidad, fundamentalmente en Ourense, prefieren comer el corzo y el jabalí, mientras que en el oeste y centro se decantan por el caballo salvaje y los terneros. Esta última preferencia ha agravado los problemas de coexistencia entre los lobos y el ser humano, lo que puede afectar negativamente a la conservación de este carnívoro.

Para evitar ataques a las explotaciones ganaderas los autores del estudio proponen acciones de restauración del hábitat y que se suavice la actual normativa para que, sobre todo en zonas de alta montaña, no se retire a los rumiantes muertos.

Se quedaron sin rumiantes muertos

El equipo de investigadores analizó la evolución de la dieta de los cánidos en Galicia en dos períodos: antes del establecimiento de la ley europea, desde los años 70 hasta el 2000, y después, entre el 2003 y el 2008. En el último período también se observó que el ganado ovino y caprino disminuyó su importancia en la dieta del cánido salvaje, pero, por contra, aumentó el consumo de ganado vacuno. Hasta el año 2000, los cadáveres de rumiantes que morían en las explotaciones constituía una de sus principales fuentes de alimento en Galicia. A la aplicación de la normativa europea que prohibía esta práctica se unió una disminución del censo ganadero y la reforestación de tierras agrarias, lo que favoreció la expansión de los ungulados.