
El ex secretario de Estado del Vaticano asegura que pagó la reestructuración del piso de su propio bolsillo
06 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.El papa Francisco recibió ayer en audiencia al prefecto de la secretaría para la Economía. George Pell, uno de los personajes que más aparece en los libros Avarizia, de Emiliano Fittipali, y Via Crucis, de Gianluigi Nuzzi, acusado por ambos de gastos «sin control» que van desde costosos viajes en avión hasta la lujosa decoración de su residencia en el centro de Roma. Francisco estaría «muy decepcionado» por el comportamiento de uno de sus hombres de confianza.
El ex secretario de Estado Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, es otro blanco de los ataques de los dos periodistas, que lo acusan de haber usado los fondos de la Fundación Bambino Gesú, que gestiona el hospital pediátrico de Roma, para reestructurar su vivienda. En una entrevista a Corriere della Sera, el purpurado se defiende: «Es una calumnia, no sé cómo defenderme, defenderse de las calumnias, es casi imposible. Las víctimas están impotentes», y explica que el piso en el que vive es propiedad del Governatorato y que «cuando me fue asignado, de acuerdo con el papa Francisco, me comunicaron que aquel año no había en el presupuesto ninguna cantidad para la reestructuración y que tendría que pagarla yo, como así fue». Bertone añade que los 300.000 mil euros fueron pagados con sus ahorros y que solo después supo que habían sido presentadas a la Fundación facturas por un valor de 200.000 mil euros.
Sobre el tamaño de la casa, el cardenal aclara que «el apartamento es de 296 metros cuadrados [los libros hablan de 500 o más]. Y no vivo solo, vivo con una comunidad de tres monjas que me ayudan, además de una secretaria que el Santo Padre me concedió para escribir las memorias de tres papas». El cardenal también niega que la vivienda sea un ático con terraza: «Vivo en el tercer piso y la terraza no es mía, ha estado reparada durante la reestructuración pero es del condominio, de los cardenales y arzobispos que viven en el edificio».
Las cosas parecen ponerse aún más feas para Francesca Chaouqui, la consejera del Vaticano acusada de filtración de documentos junto con el sacerdote español Vallejo Balda, y para su marido, el informático Corrado Lanino. La pareja está siendo investigada por la fiscalía de Terni (Umbria), acusada de extorsión e intrusión informática. Según la investigación en curso, Lanino, que trabajaba dentro de la Santa Sede como informático, habría «entrado» en varios ordenadores del Vaticano a fin de conseguir información reservada que más tarde habría servido para chantajear y obtener favores tanto para ellos como para gente cercana.
La pareja y el sacerdote habrían convencido además a otros expertos informáticos creando así una red de personas involucradas en el tráfico de datos y documentos. Uno de los objetivos serían las cuentas cifradas del IOR, la banca vaticana, sobre todo aquellas que se utilizan para donar dinero para agilizar las causas de beatificación, cantidades consideradas auténticos sobornos que sirven para pagar a los procuradores (abogados), a los médicos y a otros expertos.