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Esquimales en Canarias

Elena Larriba García
ELENA LARRIBA PONTEVEDRA / LA VOZ

SOCIEDAD

El pontevedrés César Barral lidera un proyecto documental en el que una familia inuit viaja a las Islas Afortunadas y que está sorprendiendo en Internet

10 dic 2015 . Actualizado a las 04:00 h.

El pontevedrés César Barral Álvarez es uno de las profesionales que está detrás de La sonrisa del sol, un extraordinario documental sobre las experiencias de once inuit del Polo Norte en las Islas Canarias, que ha sorprendido al mundo a través de la Red. Este publicista, nacido en 1970 en la ciudad del Lérez, a la que añora y viene siempre que puede, es el director estratégico de PHD, una agencia de medios en la que, frente a otras campaña más directas y comerciales, imperan los grandes contenidos e ideas. Como la que él mismo y el director creativo de su misma empresa, Andrés García Aguado, desarrollaron para Promotur Turismo de Canarias.

¿Que ocurriría si algunos inuit acostumbrados a unas condiciones extremas pasaran unos días en el mejor clima del mundo? ¿Cómo reaccionarían al sentir por primera vez el calor del sol y de la arena de las playas de las Islas Canarias? «Ese fue el reto que nuestro equipo se marcó para comunicar de una manera un poco diferente -explica el propio Barral-, no meramente comercial, las bondades del archipiélago canario, llevándolo al extremo».

Una de las primeras cosas que hicieron fue contactar con el antropólogo Francesc Bailón, especializado en la cultura inuit, que se encargó de seleccionar a una familia de groenlandeses de distintas edades, desde 2 hasta 64 años, en Kulusuk, una pequeña aldea de 300 habitantes situada a 60 kilómetros del circulo Polar Ártico. Ellos son los protagonistas del emocionante documental que se encargó de rodar la productora Goroka, bajo la dirección de Guille Cascante.

La expedición española estuvo en Kulusuk en mayo realizando los preparativos del viaje de esta familia de inuits a Canarias. Y ahí empezaron los problemas. «Por ejemplo, a la zona donde ellos viven solo hay un vuelo semanal y cuando ya los íbamos a traer hubo un temporal enorme que impidió ese vuelo», contaba Césa. Así que tuvieron que esperar a que se abriera una ventana de buen tiempo y fletar una aeronave para sacarlos de la isla ártica: «Porque en los vuelos regulares no iban a poder viajar».

Su estancia en las Islas Canarias duró un semana y lo primero que experimentaron los inuit al bajar del avión fue el contraste del clima benévolo del archipiélago español con una temperatura 30 grados superior a la que están acostumbrados. La segunda gran confrontación fue la cantidad de gente que vieron ya en los primeros cinco minutos: «Más de la que ellos puede ver en todo un año en su pueblo natal», apunta César Barral.

Las vivencias, sensaciones y emociones se reflejaron también en las imágenes filmadas cuando experimentan por primera vez lo que es bañarse en el mar, pisar la playa y sentir el calor de la arena y el impacto de las olas. También ver por primera vez árboles y vegetación verde inexistente en su medio natural. El antropólogo Bailón lo explica muy bien en el documental: «Algunas de esas sensaciones que vivieron estas personas de adultas son las mismas que vivimos los occidentales cuando somos niños».