Interferir en el ciclo vital de los animales, una moda peligrosa

Nacho Blanco REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El caso del gorila abatido en Cincinnati reabre la polémica

05 jun 2016 . Actualizado a las 10:53 h.

La polémica está servida tras la caída, la semana pasada, de un niño al foso de los gorilas del zoo de Cincinnati. El primate cogió al niño y lo zarandeó, sin herirlo de gravedad. Ante el temor a que el menor sufriera daños los responsables del centro mataron al gorila Harambe. Las reacciones no se hicieron esperar y muchos en Internet dejaron escrita su repulsa por el trágico final del animal. Incluso un primatólogo aseguró que no hacía falta darle muerte, pues si el gorila realmente hubiera querido matar al niño podría haberlo hecho. Y no lo hizo. Ya en 1996 hubo un caso similar en Chicago, una gorila llamada Binti Jua recogió a un niño de tres años, lo protegió y se lo devolvió a los funcionarios del recinto.

El afán por subir a las redes sociales fotos con animales en zoos, safaris o acuarios se cobra cada año más víctimas. La insensatez de algunos llega al extremo de jugársela para conseguir la instantánea, o poner en peligro la vida de sus familias o de los cuidadores de los animales. Porque en los zoológicos o en la naturaleza los bichos no son de cartón piedra.

Pero no es el único caso ocurrido en los últimos tiempos. Hace un mes un empresario chino visitaba un zoo de la localidad de Weihai. Y quiso acercarse más de la cuenta a una morsa canadiense para hacerse un selfie. Tanta aproximación parece que no le gustó al mamífero, que arrastró al turista hasta la piscina y lo ahogó. Un cuidador acudió en su ayuda, pero la morsa actuó del mismo modo, sumergiéndolo bajo el agua.

De Asia a América. Allí, en Chile, unos leones -macho y hembra-, fueron sacrificados en el zoo Nacional de Santiago después de que hubieran atacado y herido de gravedad a un joven de 20 años alterado mentalmente y que había saltado al interior de la jaula de los felinos con la intención de suicidarse. Los guardas no dudaron en abatir a los ejemplares, lo que desató la polémica en el país. Incluso hubo una encuesta sobre el accidente y un 79 % de los participantes creían que fue muy drástica la decisión de acabar con los leones.

En el zoológico de Delhi, en India, un caso similar ocurrió en el 2014 cuando un hombre saltó el cercado de los tigres y uno de ellos acabó con su vida. El hombre aguantó durante 15 minutos ante el tigre albino, acorralado en una pared hasta que este finalmente lo atacó. Los usuarios del zoo criticaron que el personal no dispusiera de dardos tranquilizantes. 

Un delfín de mano en mano

Otras veces se trata de alterar el ciclo vital de los animales. Fue el caso de un ejemplar de cría de delfín de la subespecie franciscana que murió en febrero de este año en manos de cientos de turistas que se lo iban pasando de mano en mano para «contemplar» la belleza de este mamífero marino que había recalado en la playa argentina de Santa Teresita, cerca de Buenos Aires. El delfín había varado en el arenal. En cuanto los bañistas lo divisaron se formaron colas para fotografiarse con el cetáceo. El animal, extenuado, murió de deshidratación en la misma orilla.

En Estados Unidos, una pareja de turistas tuvo la idea peregrina de socorrer a un bebé bisonte en su visita al parque de Yellowstone. Creyendo que el animal tenía frío lo introdujeron en la parte trasera de su furgoneta. Los guardas recuperaron al bóvido, que fue reintegrado en la manada con su madre, pero esta lo rechazó. Finalmente, los responsables de Yellowstone sacrificaron al animal debido a su inadaptación y sancionaron con 100 euros a los turistas, aunque el asunto se encuentra en una vía judicial, y los «secuestradores» del pequeño bisonte podrían recibir un correctivo mayor.

Los grupos de protección de la naturaleza critican la falta de conocimiento de la fauna salvaje por parte de los ciudadanos. La escasa o nula tipificación de estos delitos de maltrato animal en la mayor parte de los países hace que constituyan una práctica habitual. Sin embargo, las leyes se han endurecido, y las multas por actos contra los animales han aumentado. A los jueces ya nos les tiembla la mano a la hora de dictar sentencia contra el maltratador. Eso sí, si se topa con un animal salvaje, herido o no, lo mejor es avisar a las autoridades, en España el Seprona.