Lo sagrado y lo profano

Jesús Merino TRIBUNA

SOCIEDAD

14 jun 2017 . Actualizado a las 20:34 h.

Uno de los rasgos de las sociedades democráticas occidentales es lo que se conoce como secularización que, en pocas palabras, consiste en que la religión va perdiendo peso y espacio en la esfera social, de modo que las creencias (religiosas o no) de cada persona pasan cada vez más a ser un asunto privado. Algunos van a replicar que la religión no solo es un asunto privado, porque tiene una dimensión social indiscutible. Por supuesto, pero para eso las sociedades democráticas tienen recogidas en sus legislaciones una serie de disposiciones referidas al derecho de reunión, asociación y manifestación. Así que tranquilos. Todo el mundo puede, de acuerdo con la ley, celebrar manifestaciones, procesiones, asambleas, o lo que le parezca. Tanto si uno es forofo de un equipo de fútbol como de la patrona de su pueblo tiene su espacio en las sociedades civilizadas. Esto viene a propósito de que en Cantabria han acordado modificar el calendario escolar sin contar con la Semana Santa como elemento determinante. Bienvenido sea este pequeño paso en la senda secularizadora. Resulta difícilmente justificable que en una sociedad moderna, en la que vivimos personas de toda clase y condición, los calendarios laborales y/o escolares vengan determinados por la virgen del Pilar o la conmemoración de la muerte de Jesús de Nazaret. No vamos a entrar a analizar los criterios que deben ser tenidos en cuenta a la hora de elaborar el horario lectivo de nuestra población estudiantil, aunque claramente podemos establecer que el respeto a las festividades religiosas católicas no debe ser uno de ellos Que los creyentes, ateos, vegetarianos o quien sea celebren sus creencias como mejor les parezca. Pero que los horarios lectivos se establezcan única y exclusivamente con criterios educativos. Amén.