Un ángel que no encuentra el cielo

SOCIEDAD

PACO RODRÍGUEZ

Pedro Angelina, un inmigrante nigeriano que devolvió hace tres años en Sevilla un maletín con más de 3.000 euros en efectivo, busca ahora trabajo en Santiago

20 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces, la causalidad se encuentra escondida a la vuelta de la esquina. Está ahí, agazapada, como esos animales que se camuflan para confundirse con la maleza. El 1 de diciembre del 2014 era, en apariencia, un día cualquiera en Sevilla. Había amanecido con sol, como de costumbre. Nada hacía presagiar algo extraordinario. El claxon de los coches sonaba en los atascos, se habían colgado ya las luces de Navidad y en las cristaleras de los bares colgaban los carteles con el número de la lotería en rojo. Pero a Pedro Angelina Inegbenosum, un inmigrante nigeriano residente en la ciudad desde hacía 15 años, le aguardaba la suerte sin saberlo. Faltaban pocos minutos para las doce del mediodía y, de repente, mientras caminaba por la calle, vio cómo del techo de un coche aparcado se caía un maletín negro. No se atrevió a abrirlo: pensó que tal vez podría contener explosivos o droga. Llamó a la comisaría del barrio de Triana y una patrulla acudió a los pocos minutos al lugar. 

Una sorpresa

Cuando los agentes abrieron el maletín se encontraron 3.150 euros en efectivo, varios cheques de distintas entidades bancarias pendientes de cobro, así como diez talonarios y una libreta. Así consta en el parte policial firmado por el inspector Manuel Calleja, y que Pedro Angelina guarda en una carpeta de plástico como si fuera un tesoro.

La documentación que había en el maletín permitió hallar al propietario del dinero, un sevillano de unos 42 años. A Pedro le obsequiaron con dos billetes de 50 euros como recompensa a su gesto, pero él insiste en que rechazó el dinero. Pronto salió en todos los medios locales, que lo entronizaron como el rey de la nobleza. En la calle pensaron otra cosa. «La gente que me encontraba me llamaba idiota por no haberme quedado con los billetes», recuerda.

Tal vez algunos de los vecinos que se rieron de él son los que preguntan luego si la factura va con o sin IVA, los que contratan sin seguro o los que pagan en b. Esa parte de la sociedad que banaliza el fraude y que no castiga electoralmente la corrupción. Este nigeriano, nacido en Lagos hace ahora 38 años y que lleva casi 20 viviendo en España, solo quiere un trabajo, justo lo que le faltó los últimos años en Sevilla. Allí recibió muchas palmadas en la espalda, algunos abrazos, pero poca ayuda. Cuando no hay dinero de por medio, los tronos son efímeros, y así lo pudo comprobar Pedro, que vio cómo su corona de héroe se derretía en tiempo récord, igual que un helado al sol en una sobremesa de verano. Este inmigrante se ha mudado a Santiago en busca de un empleo; los domingos ejerce de monaguillo en la Catedral en la misa de doce, y en el compostelano barrio de Os Concheiros ya se ha ganado la simpatía de los vecinos. Su vida está salpicada de contratiempos, pero Pedro siempre sonríe.

Mientras apura un café y un bollo, habla de sus padres y de su hermana, que viven en Lagos. Como católico ve con preocupación el avance de Boko Haram, pero su principal obsesión ahora es hallar un empleo. Por eso abre una bolsa, donde está la carpeta con el informe policial, recortes de prensa y un currículo donde figura su trayectoria laboral en España.

Su historia es un fiel reflejo de la crisis. Peón de la construcción en los años del bum inmobiliario, pudo trabajar como operario de limpieza y como friegaplatos justo después de la crisis, pero desde el 2011 apenas ha trabajado. Dice que es licenciado en Medicina por Lagos, pero no le convalidan el título, y que llegó a colaborar en varios programas de Los Morancos. El otro día, según cuenta, apoyó una bolsa del supermercado en la calle y cuando volvió había desaparecido. Qué cruel paradoja. En el mismo país en el que devolvió un maletín con 3.150 euros le han robado una compra que costó menos de diez.