María Soto, de Educa Bonito, conduce a través de sus talleres la energía positiva a otras familias
20 oct 2017 . Actualizado a las 16:43 h.Antón, Elena y Yago (aún en la tripa) le encienden la luz de cada día. Ellos y Xoán, su «compañero de viaje. Sin él no podría Educa Bonito», asegura la logopeda y maestra de padres María Soto, que conduce a través de sus talleres la energía positiva a otras familias. «Yo voy con mis niños, mi barriga y mi mochila a todas partes», asegura. Tiene niño y niña, un tercero en el universo en expansión de su barriga. Y recetas nuevas para cocinar la educación de los niños con cariño y disciplina.
-Educa Bonito suena bonito, ¿pero es posible día a día?
-Sí con las herramientas necesarias, que promuevan el vínculo en la familia. Y las hay. Claro que es posible, ¡lo estamos haciendo!
-Denos la varita mágica...
-Entender los comportamientos infantiles; no solo intentar cambiarlos, sino ir a los para qués de esos comportamientos. Todas las conductas del niño son como un lenguaje cifrado que tenemos que entender. Si un niño pinta la pared está mal, pero hay que entender primero para qué lo hizo.
-Que un niño pinte la pared o se manche de tierra entra dentro de lo normal en un niño, ¿no?
-Lo normal es que los niños hagan cosas mal hechas, porque están aprendiendo a vivir. Los niños tardan años en interiorizar bien las cosas.
-La educación va en dos sentidos. ¿Qué nos enseñan ellos a nosotros?
-El valor del sacrificio, pero no desde el sufrimiento. Por ellos harías cualquier cosa. Es una entrega total, pero no vale arrastrarse. Debe haber respeto mutuo. Si no crecen papá y mamá, los niños no crecen.
-¿Se puede educar sin un grito, o, en fin, somos humanos?
-Vivimos con mucho estrés, unos tiempos en que queremos conciliar pero es prácticamente imposible. Cuando estás muy estresada, o muy presionada, es fácil desbordarse. Pero es posible trabajar el equilibrio emocional, y explotar menos con los niños. Sí se puede rebajar el nivel de exigencia y de estrés.
-No debemos perder de vista la sentencia del maestro Capdevila: «Los padres perfectos no existen».
-Pues claro que no existen. Nos equivocamos mucho, pero los errores hay que intentar repararlos y aprender. Si castigas a tus hijos, y no funciona, deberías plantearte otras opciones.
-Y saber que los niños perfectos tampoco existen...
-Sí, ¡los niños perfectos sí que existen! Son los que se mueven, los que se manchan, los que gritan. Esos son los niños sanos. Pero queremos que sean muebles, cómodos para nuestra vida de adultos y nos choca.
-Dice el juez Calatayud: «Un cachete no es maltrato si se da en el momento justo».
-Y yo lo que digo es: «A mí si mi marido me da un cachete, lo denuncio». Si tú quieres enseñarle a un niño y lo que único se te ocurre es pegarle tienes un problema grande.
-¿Cómo sofocar un berrinche insufrible?
-En determinadas edades, el berrinche de un niño no solo es inevitable, sino también necesario. Es una respuesta fisiológica al estrés, como un pico de fiebre. Debemos ayudar al niño a regular por sí mismo ese berrinche, y la única forma de hacerlo es la calma. Los padres somos espejos. Si el adulto mantiene la calma, el niño se calmará antes.
-¿Funciona el manual en casa?
-Siempre van a surgir conflictos, hagas lo que hagas... pero si ante todo tratas de mantener el vínculo con ellos, pase lo que pase, se solucionan.
-Insta a los padres a no intervenir en peleas de hermanos. ¿Por qué?
-Hagas lo que hagas, pensarán que no eres justa, y deben aprender a resolver conflictos. La familia es un laboratorio social. Discutir y pelearte con un hermano te ayuda a entrenarte para la vida. Si no se practica en casa es difícil encontrar herramientas para afrontar el conflicto fuera.
-¿Cómo se Educa Bonito a contrarreloj, con trabajo, con dos hijos y embarazada?
-Yo tengo al mejor compañero de trabajo en casa. Mi compañero de viaje, Xoán. Sin él yo no podría, y menos ahora, Educar Bonito.
-¿Van al 50 % en el reparto de tareas domésticas?
-En estos momentos él pone un 70 y yo un 30 %. Con esta barriga estoy limitadísima... jajaja.
-Tener un hijo nos cambia, tener dos mucho más.
-Yo fui una primeriza muy primeriza. Con el primer hijo tuve todos los miedos del mundo. Con la segunda, me relajé y disfruté infinito. (Y dicen que «no hay tercero malo»...).