En el país norteamericano existen seis husos horarios diferentes y en doce estados conviven dos horarios de forma simultánea
04 oct 2018 . Actualizado a las 09:19 h.En Estados Unidos el debate sobre el cambio horario existe y con mucha división entre su opinión pública. El también conocido como Daylight Saving Time (horario de verano) fue sometido a discusión en una encuesta realizada en el 2012 por Rasmussen Reports. En ella, el 45 % de los estadounidenses se mostraron a favor del mantenimiento del cambio de hora, mientras que un 40 % consideró que «no vale de nada». En otro sondeo formulado por Princeton Survey Research en el 2017, un 55 % de los encuestados declararon no sentirse afectados por el cambio de hora, mientras que un 41 % dijo sentirse afectado «levemente».
La discusión no es nueva. Grupos como Standard Time o autores como Michael Downing en su obra Spring Forward: The Annual Madness of Daylight-Saving Time no encontraron evidencias de que la práctica suponga un ahorro de energía y sí en cambio de que provoque problemas de salud asociados al cambio de hora. A pesar de estos estudios, un análisis del 2008 del Departamento de Energía encontró un pequeño ahorro energético después de la extensión del horario de verano que se practicó en el 2005 y que supuso una ampliación de cuatro semanas. «El estudio mostró que el ahorro total de energía del período prolongado fue de 1,3 teravatios por hora, o lo que es lo mismo, 0,03 % del consumo de electricidad anual», desglosó The Business Insider.
La complicación estadounidense radica además en su distribución horaria. El país aglutina en los estados contiguos cuatro husos horarios (este, centro, montaña y oeste) y otros dos en los estados no contiguos (Alaska y Hawái), además del estado díscolo de Arizona que en el 2015 rechazó unirse al horario de verano.
La controvertida práctica se oficializó en 1966 y se regularizó en 1970 bajo la autoridad del Departamento de Transporte de EE.UU. El reparto de husos horarios sin embargo comenzó en 1883, después del caos provocado porque cada ciudad tenía su propia hora en función de la luz solar, llegando a registrarse más de 300 zonas horarias. La industria ferroviaria fue una de las grandes perjudicadas entonces y de ahí el comercio. «¿Por qué seguir con un sistema diseñado para el comercio de 1883?», se preguntan desde Standard Time. En la organización plantean no solo terminar con el cambio de hora sino establecer solo dos husos horarios con una diferencia de dos horas entre este y oeste.
Otros más arriesgados como el economista Steve Hank y el profesor de física y astronomía Dick Henry, del Instituto John Hopkins de Baltimore, propusieron un huso horario universal en el que, por ejemplo, los habitantes de Nueva York, Madrid, o Hong Kong, tengan la misma hora en sus relojes en pos del beneficio económico de empresas y ciudadanos de todo el planeta. «El ritmo de vida estaría marcado por el tiempo solar. Solo cambiarían las horas que leerías en tu muñeca», explicó el economista en la BBC.