Ludópatas gallegos con solo 18 años

Marta Otero Torres
marta otero REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

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La edad de inicio en el juego en Galicia se ha reducido en dos años y está ya en el límite de la mayoría de edad

27 oct 2018 . Actualizado a las 14:31 h.

La alarma por el aumento del juego por Internet entre adolescentes, e incluso a edades más tempranas, ha llegado a los colectivos de apoyo a la ludopatía, que registraron una rebaja en la edad media de los usuarios que tienen problemas. José Manuel Recouso, psicólogo de Asociación Gallega de Ludópatas Rehabilitados (Agalure); asegura que la edad de inicio se ha reducido en dos años, hasta situarse en los 18 y medio. «Lo que más creció en los últimos dos años fueron el juego on-line y las apuestas deportivas. Vivimos en un país donde todos somos entrenadores y parece fácil predecir los resultados que se van a producir», dice Recouso. La facilidad de acceso a la máquinas de apuestas, que en Galicia se pueden instalar sin control de acceso en los bares es una de las causas del aumento drástico de esta actividad entre los más jóvenes.

Otro tema preocupante es el abuso de la publicidad. «Estamos en un acoso constante que esperemos que se regule pronto -dice el experto-. Es más sencillo que un chaval se enganche cuando quien protagoniza el anuncio es un referente para él». Juan Lamas, director terapéutico de la Federación Española de Jugadores Rehabilitados (Fejar), insiste en el tema y explica que «cuando alguien como Rafa Nadal, que es un modelo de disciplina y trabajo, publicita el juego, los chavales de 14 años se dejan llevar. Estamos instalando en su patrón de comportamiento una actitud sin avisarles de los riesgos».

El juego comienza siempre por curiosidad o por ambición económica. «Al principio hay un criterio de objetividad, el jugador sabe lo que puede perder. A partir del planteamiento objetivo normalmente se obtienen algunos buenos resultados, pero en el momento en el que obtengo un beneficio la objetividad se pierde y el único objetivo es sacar un premio», asegura José Manuel Recouso. Por eso los jóvenes pueden llegar a jugarse lo que no tienen y dejan de desarrollar actividades típicas de su edad, como salir con los amigos o ir a una discoteca. «Lo que se va a establecer es la idea de querer recuperar lo perdido a toda costa, pero el problema a partir de ahí va a ir a más».

Juan Lamas considera preocupante que el 20 % de los chavales de 14 a 16 años reconozcan haber jugado alguna vez. «Esto debería preocupar a nivel social, porque a estas edades es ilegal». En cuanto a la modalidad de juego, los expertos coinciden en que los salones de apuestas son una moda que atrae a cada vez más adolescentes: «Se están normalizando como lugar de ocio para pasar en pandilla una tarde del domingo. Tienen pantallas de plasma gigantes, los refrescos son más baratos... De esa pandilla de los chicos de 18 años, hay dos o tres que utilizan la paga semanal y apuestan a un partido concreto. Siempre son los mismos, y así empieza».

Para este experto, es un problema de educación en el que deben implicarse la familia, los colegios y la Administración. «Por supuesto, los padres tienen que tener una corresponsabilidad. No puede ser que el regalo estrella de la primera comunión sea un teléfono con conexión a Internet. Tenemos que establecer unos límites». Lamas asegura que cuando un adolescente comienza a tener problemas con el juego el primer síntoma siempre es económico, con pequeños hurtos en casa. Después vienen los cambios de humor y el aislamiento de su grupo de amigos.

«Lo primero -explica- es intentar hablar con él, pero con un diálogo que venga desde la comprensión, y luego, si es necesario, acudir a consulta de un especialista». Juan Lamas asegura que están detectando incluso universitarios que abandonan los estudios para dedicarse al juego. «Ellos piensan: 'Yo en vez de estudiar me voy a dedicar a jugar, que tengo premio inmediato y me soluciona la vida'».

«Lo perdí todo: trabajo, amistades y a mi familia»

El primer contacto de Eduardo con el juego fue con la consola, como el de tantos otros niños. «Me regalaron una Gameboy para tenerme contento por un problema familiar, y me metí de lleno en el mundo de los pokémons». El juego era una evasión, y un alivio, porque así «no pensaba en nada más». Pero la espiral le arrastró y no se dio cuenta del problema hasta muchos años después: «Cuando perdí literalmente todo: trabajo amistades, bienes personales, y lo más importante, la relación con mi familia».

Entonces llegó el momento más duro, el de afrontar la realidad: «Lo más crudo es reconocerlo y plantarle cara. En mi caso, y en el de todos, lo ves como algo malo y te sientes culpable y muy mal por lo que hiciste…. No piensas que la familia te vaya a apoyar y que lo más importante es que tú estés bien».

El joven tiene un mensaje positivo para los adolescentes, pero con advertencia. «El juego es un hobby que se puede hacer en ratos libres sin que sea un perjuicio para el resto de las actividades. Pero si hay que desconectar en un momento determinado, no se acaba el mundo. Nunca debe transformarse en obsesión».