Los cuidadores del escualo en la Casa de los Peces, en A Coruña, indican que «quizá no comió cuando le tocaba»
29 nov 2018 . Actualizado a las 10:03 h.«Gastón es tranquilote, pero en el tanque es el jefe», comentaba Ricardo Rodríguez, uno de los cuidadores del Aquarium Finisterrae. El escualo llegó en el 2006 desde la Bretaña Francesa a la Casa de los Peces, pero se viralizó ayer tras la difusión de un vídeo en el que aparecía devorando un pargo de nueve kilos, también compañero de corrientes marinas en las aguas de la sala Nautilus.
«No es lo habitual, pero tampoco es nada raro», comentaba con una sonrisa Paco Franco, director del acuario. El ejemplar, que mide tres metros y pesa 120 kilos, fue capturado en Sudáfrica hace casi 20 años. Es uno de los animales más carismáticos de la instalación y, ayer, quizá abrumado por la presencia de cámaras, se escondía ocasionalmente entre las rocas. Mientras, se escuchaba de fondo una melodía un tanto inquietante del órgano de Nemo, el capitán de las profundidades que imaginó Julio Verne. Franco explicaba que, pese a que «los tiburones están programados de forma natural para atacar», la imagen que debe tenerse de Gastón «no puede ser la de los documentales porque suele comportarse de forma modélica». Es decir, que pensar en la película de Steven Spielberg es como mínimo, absurdo.
Ricardo, que se sumerge cada semana para dar de comer a Gastón, aportaba algún detalle más sobre por qué el martes hizo un salto en su dieta habitual: «Como al resto de animales del acuario, le bajamos comida los lunes, miércoles y viernes. Le damos arenques, caballas, troncos de merluza... Quizá en los últimos días comió poco porque no tuvo hambre, pero también puede responder a cambios de temperatura del agua». Y es que Gastón, que nació bañado por las corrientes oceánicas de la Antártida, está cómodo en aguas frías. Pero su merienda inesperada de esta semana «pudo ser por no comer cuando le tocaba, porque el pargo estaba a tiro, o por un impulso», decía Franco.
Mientras el animal se deslizaba por el interior del tanque, Paco reflexionaba: «El trabajo del depredador es ingrato, aunque no lo parezca». Aludía a que, «un 90 % de las veces, los ataques suelen ser fallidos». A veces, incluso se deben a confusiones visuales. Ricardo, que lleva casi 11 años trabajando en el acuario, sabe cuándo dar espacio a Gastón, porque cuando se le agota la paciencia «suele arquear la espalda». Pero sigue siendo el rey. «Los niños le aplauden cuando pasa», cuenta Franco.
El director del centro indica que el animal suele comportarse de forma modélica