El niño de Caminha que nació sin una mano y puso a miles de gallegos a coleccionar tapones de plástico hasta crear bancos solidarios estrena año con nueva prótesis
09 ene 2019 . Actualizado a las 13:08 h.Diogo Farinhoto, el niño de Caminha que nació sin una mano y que recibió la prótesis tras poner a miles de gallegos a recoger tapones y envases de plástico con él, situó a la parroquia de Gondar en el mapa hace ocho años. A punto de cumplir los diez, el pequeño coleccionista sigue siendo aquel «malandro que sabe facer ás beiras», como lo presentó entonces su madre, pero ya no es el bebé de su pequeña parroquia de poco más de 220 habitantes.
Alguien ha conquistado su corazón. Se llama Martín, es su hermano y con él que acaba de celebrar sus primeras Navidades. La estampa dibujó un belén viviente de lo más entrañable porque los hermanos se profesan auténtica adoración. Aunque los principios no fueron buenos, desvela la flamante mamá. «Diogo dicía que non quería ter un irmán, non quería falar do tema, nin sequera cando o foi coñecer ó hospital», desvela Elisabete Farinhoto.
La cosa cambió cuando Martín llegó a casa y Diogo descubrió que Martín se iba a quedar con él. «Foi cuando se deu conta realmente de que ía vivir con el para sempre e, pronto quixo darlle el un colo». Diogo también tuvo la palabra exacta para ese momento «Gracias por nacer», le susurró al oido bajito aunque no pudo evitar que los que disfrutaban de la imagen escucharan la banda sonora. Ahora Diogo ha de multiplicarse para disfrutar de todo lo que le gusta. Sigue teniendo a sus vecinos «aterrorizados», bromea su madre, por la velocidad con la que circula con su bicicleta a todos los vecinos en la que además de las clases, y no pierde ocasión de jugar al fútbol. Lleva la vida «normal» que todo padre quiere para sus hijo. «Fai o mesmo que calquera outro, e é feliz. En maio cumple dez anos, está en cuarto de Primaria e é un bo estudante», asegura su madre quien, a la vez que coleccionaba tapones, consiguió acabar la carrera de Matemáticas y ahora ejerce ya como profesora.
En el 2014 estrenó su última mano mioeléctrica. Con los tapones que consiguieron entre Galicia y Portugal reunieron 6.000 euros y el empresario de Lisboa ligado al Sporting que dos años antes había sufragado la primera, puso entonces sobre la mesa los 11.200 restantes. «La prótesis asegura su crecimiento físico, postural y emocional porque afecta al desarrollo de todo el cuerpo», recuerda la madre. Diogo ha llevado una vida normal. «Adora ir a la playa y estar con los amigos, jugar con su perro, a la pelota, al ordenador. Lo que no le gusta es estar solo», decía entonces su madre.
Asegurado ahora también ese sueño de no estar solo, que descansa sobre el pilar de su hermano Martín, Diogo enfrenta una nueva etapa. La adolescencia ha llegado a la casa de la familia Farinhoto y con ella, las inseguridades y cambios que también le toca asumir al jovencito. Hacía tiempo que había rechazado la última prótesis, «porque conseguía perfectamente escribir con la izquierda, jugar y hacer una vida normalizada con la mano izquierda». Pero ahora quiere coger a su hermano en brazos, aunque domina también su cuidado con una sola mano y, sobre todo, «que nadie lo mire de forma distinta». La pubertad ha despertado también su recelo por la imagen y las miradas de esas terceras personas que no ayudan. Él quiere ser uno más y la cuenta atrás ya ha comenzado. Su madre confirmó ayer que están pendientes de la llamada del hospital de Braga en el que le pondrán la nueva prótesis. «Está sintiéndose diferente y sufre», apunta su madre. El proceso es como el anterior. Primero ensayará con la estética y después llegará la nueva mioeléctrica, que le servirá otros tres años.
Diogo no se ha olvidado Galicia, «porque aí fixemos grandes amigos», ni de taponear, y ayuda a otros niños a ganarse sus propios sueños.