Philippe Barbarin, una de las principales figuras de la Iglesia católica gala, fue condenado a seis meses de cárcel con suspensión de pena por no haber denunciado a un cura que abusada de menores en su diócesis
19 mar 2019 . Actualizado a las 20:24 h.Philippe Barbarin era una de las figuras con más poder en la Iglesia católica francesa, pero este cardenal y arzobispo ha sido condenado este jueves a seis meses de cárcel con suspensión de pena por no haber denunciado a un cura pederasta de su diócesis. Barbarin, que no estuvo presente en el tribunal correccional de Lyon para escuchar su sentencia, fue declarado culpable de no haber denunciado un abuso contra un menor entre el 2014 y el 2015, informa la agencia Afp.
Sus abogados anunciaron inmediatamente que apelarán la sentencia. «La motivación del tribunal no me convence. Por lo tanto, vamos a apelar esta decisión a través de todas las vías de derecho existentes», dijo Jean-Félix Luciani. «La responsabilidad y la culpabilidad del cardenal fueron demostradas con esta sentencia. ¡Es un símbolo extraordinario!», celebró Yves Sauvayre, uno de los abogados de las partes civiles.
Barbarin, de 68 años, fue llevado ante la justicia por un grupo de víctimas por no haber denunciado los abusos cometidos por el padre Bernard Preynat en la década de 1980 y 1990.
Fue juzgado junto a otros cinco exmiembros de su diócesis en momentos en que la Iglesia Católica es sacudida por escándalos de pederastia que han estallado en Estados Unidos, Europa, Chile o Australia y la han sumido en una crisis histórica de credibilidad.
Los cinco coacusados fueron declarados inocentes, ya sea porque los presuntos delitos prescribieron o porque no pudieron ser comprobados.
Barbarin se enfrentaba a una pena máxima de tres años de prisión y a una multa de hasta 45.000 euros (54.000 dólares).
Otras dos figuras de alto rango de la Iglesia católica en Francia han sido condenadas por haber encubierto casos de pederastia: el obispo de Bayeux-Lisieux, Pierre Rican, en 2001, y el exobispo de Orléans, André Fort, el año pasado.
Una gran victoria
El resultado de este juicio, que comenzó en enero, era muy esperado en Francia y el escándalo de los abusos cometidos en la diócesis de Lyon se convirtió en el tema de una película que se encuentra actualmente en cartelera.
«No veo de qué soy culpable», había dicho Barbarin ante el tribunal el 7 de enero. «Nunca traté de esconder y mucho menos encubrir estos hechos horribles».
Este caso salió a la luz en el 2015 después de que varias víctimas, ex niños scouts, emprendieran acciones legales contra el padre Bernard Preynat, que será procesado en un juicio aparte. También presentaron una denuncia contra Barbarin por no haber acudido a la justicia, pese a que estaba al tanto de los hechos.
Francois Devaux, uno de los demandantes y cofundador de una asociación de víctimas, celebró este veredicto al que considera como «una gran victoria para la protección de los niños». Devaux fue una de las 85 víctimas del sacerdote Preynat.
El cardenal español Luis Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma, debía también haberse sentado en el banquillo, pero el Vaticano invocó su inmunidad. Las víctimas acusaban al español de complicidad puesto que Barbarin le había consultado sobre el caso del cura en el 2015 y Ladaria le aconsejó que lo apartara de su cargo discretamente.
El mes pasado en una cumbre contra la pederastia de los curas, el papa Francisco se comprometió a tomar «medidas concretas y eficaces» contra esa «plaga» que ha desacreditado la milenaria institución.
La caída del antiguo número 3 del Vaticano
La trayectoria de otro miembro ilustre de la Iglesia católica, George Pell, antiguo tesorero del Vaticano y número 3 de la jerarquía, quedó hecha trizas después de su condena por pederastia. En diciembre fue declarado culpable de agresión sexual a dos monaguillos en la Catedral de San Patricio de Melbourne en la década de 1990. La decisión se conoció este martes, cuando se retiró una obligación de silencio informativo respecto a su proceso judicial. Fue declarado culpable de un cargo de agresión sexual y de otros cuatro cargos de atentado al pudor contra dos monaguillos que entonces tenían 12 y 13 años, por unos hechos ocurridos en la sacristía de la Catedral de San Patricio de Melbourne en los años 1990. El jurado consideró probable que hubo penetración a un menor y que se cometieron otros cuatro de actos indecentes contra menores. Una firma legal anuncia que está preparando otra demanda: un padre considera a Pell responsable de la muerte por sobredosis de su hijo porque cree que «sufrió estrés postraumático» debido a los abusos que sufrió de pequeño.
Para quienes lo admiraban, el cardenal Pell, de 77 años, encarnaba, con su imponente figura y su elocuencia, la ortodoxia del catolicismo en Australia. El prelado había rechazado inicialmente estas acusaciones y el jurado no había alcanzado una decisión durante un primer juicio en septiembre, pero fue declarado culpable durante un nuevo juicio el 11 de diciembre. El tribunal de Melbourne adoptó entonces una «orden de supresión», que prohibía a los medios cualquier mención a este caso, so pena de actuaciones judiciales. Este silencio obligado se impuso con el objetivo de proteger al jurado de un segundo juicio en el que el cardenal Pell debía ser juzgado por otros presuntos delitos. Pero la acusación decidió renunciar a este segundo proceso, lo que condujo al levantamiento, este martes, del silencio mediático sobre el primer caso y a autorizar a los medios a anunciar el veredicto de culpabilidad.
Pell, nacido en 1941, creció en la ciudad de Ballarat, donde fue un entusiasta miembro del equipo de debate de su universidad. Tenía los papeles principales en las obras de teatro escolares y destacaba en fútbol australiano. Su madre, una ferviente católica, estaba entusiasmada con que su hijo tomara el camino de la Iglesia, según la prensa australiana. Su padre, un anglicano, no comprendía que hubiera rechazado un suculento contrato con uno de los equipos de fútbol más pujantes del país.Siguió parte de sus estudios en Roma antes de ser ordenado cura de la diócesis de Ballarat, en 1966.
Ascenso y acusaciones
Vivió un rápido ascenso hasta ser nombrado arzobispo de Melbourne, posteriormente de Sídney y, en 2003, fue incluido en el poderoso Colegio de Cardenales, lo que le dio la posibilidad de votar en los cónclaves en los que se eligió a los papas Benedicto XVI y Francisco.
En el 2014, el papa argentino lo eligió para lograr una mayor transparencia en las finanzas del Vaticano, convirtiéndose en número tres de la Santa Sede. «El cardenal Pell es uno de los hombres eclesiásticos más grandes que Australia haya tenido», dijo de él el ex primer ministro conservador Tony Abott. Ante sus fieles y la opinión pública, el cardenal Pell defiende los valores tradicionales del catolicismo.
Pero su reputación se vio perjudicada en los últimos años por las acusaciones de graves delitos. Él negó firmemente que hubiera encubierto abusos cometidos por curas en el estado de Victoria, en el que trabajaba.
Una investigación nacional sobre la respuesta institucional que se dio a los abusos sexuales contra menores en Australia entre 1950 y el 2010 concluyó que un 7 % de los curas habían sido acusados de actos de pederastia, pero esas acusaciones no dieron lugar a ninguna pesquisa.
La comisión de investigación real que llevó a cabo durante cuatro años esas investigaciones halló que a la Iglesia australiana se le señalaron 4.444 presuntos casos de pederastia. En algunas diócesis, más del 15% de los sacerdotes eran sospechosos de abusos, añadió.
Apartado de los altos cargos
El cardenal Pell declaró varias veces ante esta comisión de investigación sobre el caso de los curas pederastas de la diócesis de Ballarat en los años 1970 y 1980. Pell pidió disculpas en nombre de la Iglesia, pero insistió en que no tenía recuerdo de acusaciones de abusos.
No obstante, admitió haber «metido la pata» al lidiar con los curas pederastas en el estado de Victoria en la década de 1970. Pero afirmó que fue engañado por la jerarquía católica sobre lo que realmente ocurría en una época de «crímenes y de disimulación». Después, las acusaciones de agresión recayeron directamente sobre él.
El drama de una víctima de Pell
El padre de un niño de 13 años que presuntamente fue víctima de abusos en la catedral de San Patricio (Melbourne) en la década de los noventa planea demandar a la Iglesia católica después de que su hijo muriera por sobredosis de heroína a los 31 años. Este australiano, que prefiere mantenerse en el anonimato, considera a Pell y a la jerarquía católica responsables del estrés postraumático que sufrió su hijo debido al maltrato. Responsables del grupo Shine, la firma legal que representa al denunciante dice que este cree firmemente que «Pell tiene sangre en sus manos».