
Aprovechando que el gas (radiactivo) radón vuelve a estar en boca de todos, considero que es un buen momento para recuperar cómo fue descubierto y la controversia en torno a quién fue su verdadero y original descubridor. Porque, aunque oficialmente se cita al físico alemán Friedrich Ernst Dorn como tal, lo cierto es que una meticulosa investigación histórica efectuada en 2003 parece demostrar que quien debería ostentar tal condición es Ernest Rutherford, el primero en detectar la presencia de una singular emanación procedente de determinados materiales radiactivos -en concreto el torio y sus sales- que conservaba esa capacidad radiactiva.
Entonces, ¿por qué se honra a Dorn? Al parecer todo surge de una «equivoca» referencia introducida por George de Hevesy respecto a la primera detección de una emanación gaseosa procedente del radio, que aquel localiza en un artículo publicado por Dorn en 1900. Sin embargo, los autores de la investigación, al acudir y consultar el artículo original -titulado Die von radioaktiven substanzen ausgesabdte emanation- constataron que el propio Dorn explica en su texto que Rutherford había detectado la presencia de una singular emanación procedente del torio y de sus sales y que él se había limitado a adoptar la aproximación de su colega para comprobar la presencia de la misma en las sustancias radiactivas disponibles en su laboratorio. Repitiendo además, paso por paso, el procedimiento descrito por el eminente físico neozelandés. Lo que permitió a Dorn observar que, además de las sales de torio, también las de polonio y radio la emitían.
Entre tanto, Rutherford, en colaboración con Frederick Soddy, se dedicó a investigar en detalle la naturaleza y propiedades de dicha emanación. De tal suerte que para 1902 ya lo había identificado como un elemento químico nuevo, un gas perteneciente al grupo de los gases nobles; además de haber estudiado sus propiedades físicas y químicas. Una caracterización que poco después completarían Ramsay y Gray al determinar su peso atómico y así ubicarlo definitivamente en la Tabla Periódica justo debajo del xenón.
Dorn aún -o solo, según se mire- publicaría dos artículos más sobre el tema. Y para más inri, en el primero de ellos, de 1903, refería de forma explícita que «aceptamos la interpretación de Rutherford acerca de la naturaleza de la emanación». Es decir, la de un gas noble radiactivo. Como no podía ser de otra forma, los autores de la investigación concluyen que Rutherford debe ser reconocido como el auténtico descubridor del radón y que, en lo tocante a esta materia, el «único» mérito alcanzado por Dorn, y gracias al cual -confusión de Hevesy mediante-, ha conseguido pasar a los libros con ese honor, es haber sido el primero en comprobar que el radio también lo emitía -de facto, el radón se forma por desintegración radiactiva espontánea del radio y por lo tanto también de sus predecesores en la cadena de desintegración que arranca con el uranio-238 convirtiéndose en torio-. Eso, sumado a la feliz circunstancia de que finalmente en 1923, el Comité Internacional de los Elementos Químicos decidiese bautizar al gas con el nombre de radón, derivado de radium emanation.
