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Patricia Ramírez Loeffler: «Para vivir más felices hay que ponerle límites a la tecnología»

Mónica Pérez
Mónica Pérez REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El 43 % de los gallegos se declara insatisfecho con su estilo de vida. «Somos muy exigentes», asegura la experta

04 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Casi la mitad de los gallegos no está satisfecho con la vida que lleva y 7 de cada 10 reconoce que no es capaz de desconectar del trabajo cuando termina su jornada laboral. Son los datos de un estudio que ha realizado Orlando para sondear qué les preocupa. La psicóloga Patricia Ramírez Loeffler, especialista en psicología de la salud, da las claves de a qué se debe esta sensación y da las claves para intentar revertirla.

-Casi la mitad de los gallegos se declara insatisfecho con su estilo de vida.

-Somos muy exigentes con nosotros mismos, sobre todo las mujeres. Tenemos que compaginar nuestra vida laboral con la personal (hay que hacer yoga, pilates, meditar, correr, cuidar la alimentación), la familiar (los niños, los mayores, las tareas que hay en casa) y la vida social. Claro, no llegamos a todo. Y si a eso le metemos un nivel de exigencia altísimo pues es imposible que uno tenga la sensación de que está disfrutando su día. No quiere decir que no hagamos cosas bonitas durante el día, si no que a veces vamos tan rápido que no tenemos capacidad de prestarles atención.

-¿Reconocerlo es un primer paso para intentar solucionarlo?

-Claro, lo primero que tienes que darte cuenta es lo que no funciona. Hay mucha gente que a no ser feliz le pone parches como comer de forma compulsiva o comprar sin control (porque las dos cosas me hacen sentir bien de forma inmediata) o llego a casa y me pongo una copa de vino para olvidarme de lo que ocurre... Si tú vas poniendo parches es imposible que generes un cambio. Para que la gente tome conciencia primero tiene que darse cuenta de que lo está pasando mal. Ese es el primer paso y a partir de ahí hay que elaborar un plan para intentar cambiar lo que sea. Si una persona se ve excesivamente entregada a las personas, porque tiene una familia o unos amigos muy demandantes, habrá que poner límites. Si alguien cree que trabaja más horas de lo normal, habrá que cumplir el horario.

-¿En parte esa insatisfacción está provocada por el ritmo de vida actual?

-Sí, incluso tenemos asociado hasta como creencia que eso es el éxito. Tenemos muy asociado que hacer muchas cosas, tener un cerebro multitarea y estar en todo, es éxito. De hecho esto es lo que estamos trasladando a los niños. Van a chino, a inglés, a piano, a repaso, a fútbol,... los tenemos asfixiados. Les estamos inculcando que para ser bueno, feliz y competitivo tiene que hacer de todo y no tienen tiempo ni para maquetar ni para aburrirse. No nos damos cuenta de que uno consigue ser mucho más feliz y llevar una vida más serena. Esto es un poco lo que quería trasladar Orlando, que la gente tome conciencia de que otra vida es posible porque hay pueblos en España en los que la gente vive a otro ritmo y son más felices. ¿Por qué? Porque su sistema nervioso funciona de una forma correcta. Cuando no funciona bien porque comes rápido y de pie, le robas horas al sueño porque si no no tienes una horita para ti para ver la tele, pues nuestros neurotransmisores tampoco funcionan bien y eso hace que tengamos un desequilibrio emocional. 

-A su consulta llegan muchos pacientes con dolencias relacionadas con esto. 

-A veces ocurre que incluso llegan a la consulta personas que se niegan a aceptar la realidad. Cuando tú les avisas y les dices "tienes que hacer un cambio en tu trabajo", te dicen "no puedo, eso es imposible". La gente encima viene al psicólogo queriendo que les demos como una estrategia para seguir estando jorobados en el lugar donde están pero felices. Y lo que no nos damos cuenta es que tenemos que cambiar nuestra vida. Es como si alguien quiere perder 20 kilos sin hacer dieta ni ejercicio, quiere una pastilla mágica, y eso no existe. Si tienes un nivel de estrés o una tristeza que impide que estés disfrutando tu vida, que no tienes otra, que esto es muy importante saberlo, algo tienes que cambiar. No puedes seguir junto a una persona tóxica, ni junto a un amigo que te maltrata la autoestima, ni puedes seguir en un trabajo en el que estás doce horas al día...Y si la gente no quiere dar un cambio, porque a veces ven imposible dejar el trabajo o que son insustituibles, al final terminan enfermos. 

-Tampoco es fácil desconectar del trabajo en un mundo hiperconectado.

-Lo que pasa es que nuestro gran error ha sido llevar en el teléfono todo. Ahí llevamos el whatsapp de la gente del trabajo, el correo electrónico, la tecnología nos ha destrozado. Es cierto que nos puede ayudar muchísimo facilitándonos la vida, pero en el momento en el que tú sigues conectado a la tecnología después del horario de trabajo, sigues en el trabajo. Hay países como Francia que ya han legislado el derecho a la desconexión. Porque claro, dependiendo un poco de la empresa, si recibes a las once de la noche un correo de tu jefe y la mayoría se siente en la obligación moral, ética e incluso el miedo de perder el trabajo a contestar ese correo.

-En el móvil también van las redes sociales a lo que muchos reconocen estar enganchados.

-Hay gente a la que le genera adicción y hay otra a la que le quita mucho tiempo para otras aficiones que le provocan serenidad. No es tanto el tiempo que le dedicamos al telefono, si no el que le quitamos a otras actividades. Y cuando tú te ves en la necesidad de estar contestando a todo el mundo de forma inmediata, que es un error: hay que educar a la gente para contestar cuando uno puede o cuando a uno le apetece. Hay quien tiene FOMO (Fear of missing out), o lo que es lo mismo, miedo a perderse algo, de no estar al día de las noticias que hay, de quien ha publicado algo, de ver cuántos me gusta tiene... claro que nos genera un desasosiego, una dependencia. 

-¿Cómo podemos solucionar esto?

-Hay que ir hacia un estilo de vida más tranquilo, en el que no intentemos hacer mil cosas al día, porque no tenemos que demostrarle nada a nadie. En el que decidamos poner otro ritmo, que pasa por caminar un poco más despacio, hablar más despacio, comer despacio, conducir despacio,... Aprender que tenemos que bajar nuestro nivel de exigencia. No hace falta que todo lo hagamos perfecto porque en ello invertimos mucho tiempo que nos quita de otras cosas. Introducir durante el día actividades que nos relajen, tener cinco minutos para meditar, hacer deporte, dormir las horas que tenemos que dormir,... Todo son tareas con mucho sentido común. Y por supuesto ponerle límites a la tecnología y al trabajo. Por ejemplo consultar las redes sociales a primera hora mientras desayuno y al final del día, pero no estar cada hora mirando a ver que ha pasado. Hay móviles que al final del día te dicen cuánto tiempo has pasado conectado y la gente se asusta cuando lo ve porque no es consciente.