El fenómeno de la ruptura del humedal es solo una muestra de los cambios naturales a los que se ve sometido
26 nov 2019 . Actualizado a las 22:03 h.Hace solo una semana que el fenómeno de la ruptura de la laguna de Louro sorprendió a propios y extraños, pese a tratarse de un proceso natural que se produce al menos dos veces al año; por ejemplo, este es el segundo del 2019. La curiosidad por comprobar el estado del extraordinario paraje situado en el municipio de Muros invita a visitar la zona. Y a las sorpresas del cambiante paisaje se suma una inesperada y abundante presencia de ejemplares de medusas carabela portuguesa, inusual en estas latitudes, tan atractivas por su morfología como por la toxicidad de su picadura. Según indican desde la Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos (Cemma), su presencia es cada vez más frecuente en nuestras costas, como se pudo comprobar recientemente en la isla de Sálvora o en Laxe.
Es una especie tropical que puede estar llegando a este lado del océano arrastrada por la Corriente del Golfo, que transporta aguas cálidas desde el Golfo de México hasta el Atlántico norte. Su fisionomía, caracterizada por su vela gelatinosa y sus grandes tentáculos, le permite recorrer grandes distancias arrastrada por los temporales del oeste.
Paso de carros
Si la tranquilidad de este complejo medioambiental constituido por el monte, la playa y la laguna de Louro (conocida popularmente como lagoa de Xarfas) se ha visto en cierto modo alterada desde que el humedal se abrió al mar, lo cierto es que lo que se conoce entre los lugareños como «rebentar o ingüeiro» es un proceso que durante un tiempo fue incitado por los propios vecinos. Se dice que era provocado para que pasasen los carros que los agricultores usaban para trabajar las tierras colindantes, presumiblemente fértiles y productivas. Es bien conocido un refrán que lo corrobora: «Se o mar fose de leite e Monte Louro de broa, quen vería lamber neles aos galdrupeiros de Noia».
Actualmente, la ruptura del Ingüeiro se suele producir dos veces al año. Con el paso de los meses, reconstruye naturalmente su estructura, a la espera de una nueva intervención de la sabia naturaleza.