Hace cinco años, Guillermo Fernández Cora afrontaba su propia reconversión laboral optando por un oficio que hace honor al nombre popular de la calle donde tiene su taller en Viveiro: Rúa da Zapatería
29 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.En pleno casco antiguo de Viveiro giramos desde la calle Nicomedes Pastor Díaz hacia una de las perpendiculares, Almirante Chicarro, de nombre popular Rúa da Zapatería. En un bajo que fue la Librería Neira, de la cual conserva sus antiguas pintorescas baldosas, nos recibe una bicicleta de los 70 con un farolillo y el taller-tienda de Guillermo Fernández Cora (Viveiro, 1963), que hace honor de forma literal al dicho «zapatero, a tus zapatos».
Hace cinco años, el oficio de mecánico le dejó en el paro con 49 años. Optó por el que había ejercido su suegro Vicente Díaz, quien «foi o último zapateiro da rúa da Zapatería» y cumplía con el cliché clásico de la profesión, cuenta Guillermo: «Antigamente os zapateiros tamén eran músicos». Le enseñó este oficio.
La máquina, señala, ha ido ganando terreno frente al trabajo manual. «Vai desaparecendo pola industrialización», indica rodeado de instrumental diverso. La bigornia fue de su suegro: «Terá 50 anos». Medio siglo sumó también el esmeril que el jueves pasado sustituyó por una máquina de finasaje. Y otra de coser, martillos, tenazas, alicates... Lo esencial para reparar calzado y bolsos. Su mujer, Oliva Díaz, le ayuda en la labor de «cambiar coma da noite ao día» algún zapato: los personaliza.
«O oficio -comenta- xa non é coma antes. Antes os zapatos facíanse para durar, e agora para usar e tirar». La gente mayor es, sobre todo, su clientela principal, «pois sofre moito dos pés». De niños o jóvenes, posiblemente apenas podían tener dos pares, uno para diario y otro «dos domingos», mientras que en el caso de las nuevas generaciones es fácil que cuenten con veinte o treinta modelos. «Ollo! Tal e como se están poñendo as cousas -indica- a xuventude está amañando tamén. Algún calzado si que paga a pena amañalo».
Al igual que la edad, la altura y el número del pie también identifican a la persona. El suyo es el 42, y se ha encontrado con clientes que calzan incluso un 47. Hablando de zapatos y zapatos, le pregunto si alguna vez tuvo que reparar unos manolos, del famosísimo Manolo Blahnik. Respuesta afirmativa, con la correspondiente foto del resultado: es un modelo forrado en tela de cuadros vichí azul y blanco y adorno de Swarovski. Radiografiando la calidad, cero dudas: «O mellor calzado é o de pel. En calzado hai moi boas marcas, pero outras que tamén están catalogadas como boas deixan bastante que desexar». Las reparaciones más fáciles son la colocación de tapas o medias suelas: «Ás veces podes ter que cambiar unha cambrera, que lle dá forma ao punte. É laborioso, porque hai que desfacer medio zapato». Que el dueño sea cuidadoso influye en la durabilidad: «Chegáronme zapatos de 20 anos. Se ves que a persoa os coida, duran. Os de pel, unha vez que acaba a campaña de inverno, hai que hidratalos». ¿Con Nivea? «Si, ou produtos especiais. Só teño dous ou tres clientes que sei que o fan». En un país donde la lluvia es arte y hay ciclogénesis casi cada dos por tres, el llamado Gore-Tex, afirma, «funciona, pero outros póñenche tex e é un enganabobos». Último consejo: «Vale máis a pena ter dous pares bos ca cinco malos».