En la zona cero de Italia: la vida en un pueblo paralizado

valentina c. saini VICENZA / E. LA VOZ

SOCIEDAD

YARA NARDI

La gente hace acopio de comida y el miedo se adueña de las localidades en el epicentro italiano del coronavirus

27 feb 2020 . Actualizado a las 08:49 h.

En los supermercados de Vicenza, una ciudad a unos 70 kilómetros de Venecia, las estanterías están más vacías de lo habitual. Hay menos pan de molde, y el surtido de tomate en lata y pasta es más escaso. Por no hablar del gel desinfectante, que ya es imposible encontrar. «El coronavirus ha llegado a Italia, compro todo lo posible ahora y luego ya me meto en mi casa» dice una señora mayor empujando un carrito repleto de botellas de agua mineral, galletas, aceite, leche y pasta. Otra señora, la cara medio tapada por la mascarilla quirúrgica, compra tres o cuatro paquetes de clínex y café para tres meses.

Por las calles del casco antiguo, entre palacios y monumentos renacentistas, el tema de conversación principal es el coronavirus. En los últimos tres días, las farmacias han sido desbordadas, y hoy exponen carteles que ponen «mascarillas agotadas». Giulia sale de una tras comprar unos fármacos. «Mi marido tiene mucho miedo, ya no sale de casa» dice. «Yo también soy mayor ya, pero no me preocupo tanto. En fin, ni siquiera los expertos parecen entender mucho de todo esto».

Fabio Gasparini, 81 años, es un ingeniero ya jubilado. «No estoy preocupado, simplemente intento tener sentido común» explica con tranquilidad y un poco de ironía. «La gestión de esta crisis por parte del Gobierno me parece sin pena ni gloria. Quizás los medios están exagerando un poco». La dependienta de una librería observa que desde el sábado ha habido una fuerte caída en el número de clientes. «La gente tiene miedo».

Y eso que Vicenza está a unos 40 kilómetros de Vo', uno de los dos epicentros de la emergencia de coronavirus que hasta la fecha ha causado 10 fallecidos y 322 casos en total. Actualmente, Italia es el tercer país más afectado del mundo, después de China y Corea del Sur. Y su primera víctima de coronavirus, el jubilado Adriano Trevisan, 78 años, era justamente de Vo'.

El domingo todavía era posible acceder a este pueblo de unos 3.000 habitantes en la provincia de Padua. Desde el coche se veían grupos de personas charlar en la plaza, pues el cierre de los bares y restaurantes era ya obligatorio, otros paseaban con la familia. Sin embargo, desde el lunes es imposible acceder. El gobierno italiano ha ordenado el aislamiento total, con la policía y el ejército impidiendo el paso al pueblo donde según los últimos datos se concentran 29 casos de coronavirus. Según el Ministerio de Sanidad italiano, Vo' es un «foco de infección».

El alcalde del pueblo, Giuliano Martini, es un farmacéutico, y en estos días su teléfono no para de sonar. Una empleada del ayuntamiento dice «estamos todos trabajando sin descanso, desgraciadamente no hay tiempo de hablar con los medios». Casi todo está cerrado en Vo': nada de colegio para los niños, los autobuses no llegan, los bodegueros no pueden entregar su vino a los clientes fuera del pueblo. Rosanna, dueña de un restaurante, dice: «la gente no se da cuenta de lo mucho que nos está perjudicando esta situación. Estoy recibiendo cancelaciones de clientes que habían reservado para Semana Santa!» La gente del pueblo está resignada, añade. «Y, por supuesto, estamos todos preocupados por nuestra salud. Al fin y al cabo, la salud es lo más importante, ¿no?»

Matteo vive en un pueblo cercano. «Me sabe mal para la gente de Vo' pero aislarles es lo mejor. Debemos evitar que la epidemia se extienda». Por otra parte, el número de casos está aumentando a medida que se buscan activamente las personas infectadas, llevando a cabo muchas pruebas: más de 3.000 en todo el país. Diez veces más que en Francia, según el gobierno.

Sin duda, lo que se está expandiendo en Italia son unos cuantos bulos. En Internet, por ejemplo, hay quien sostiene que el coronavirus es un experimento militar chino salido fuera de control. Y comienzan a proliferar las estafas a mayores por parte de falsos técnicos sanitarios, así como las ventas de mascarillas y geles desinfectantes a precios desorbitados.