Cuando Venus salvó millones de vidas

SOCIEDAD

Atardecer del océano Pacífico
Atardecer del océano Pacífico MIKE BLAKE

La expedición de James Cook para observar un tránsito de planeta por delante del Sol permitió descubrir un remedio para una de las enfermedades más mortales de la historia

12 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La materia y la energía oscura son hoy los grandes misterios de la ciencia que estudia el Universo. No hace mucho, en el siglo XVIII, el mayor enigma era el tamaño del cosmos. Por entonces se desconocía cómo de grande era el sistema solar o cuál era la distancia que había entre la Tierra y el Sol. El científico inglés Edmund Halley descubrió la forma de responder a la gran pregunta de su tiempo. La clave estaba en los tránsitos de Venus. «Cuando pasa por delante de la estrella se aprecia como un punto negro atraviesa el disco solar», explica el astrónomo Borja Tosar. Anotando el inicio y el final del tránsito desde diferentes lugares del mundo, lo más alejados posible, se puede calcular la distancia entre la Tierra y Venus primero y el Sol después, mediante una técnica conocida como paralaje. «Si Venus pasa entre la Tierra y el Sol y tenemos al menos dos puntos de referencia es posible hacer un triángulo que permite conocer distancias», comenta Tosar.

El problema de los tránsitos de Venus era su cadencia. Para ver este fenómeno había que esperar primero 120 años, después 8 y de nuevo otros 120. Los tránsitos de la época ocurrieron en 1761 y 1769. Halley falleció sin poder verlos. Un grupo de científicos trataron de medir el de 1761, pero el mal tiempo lo impidió. En agosto de 1768 una expedición dirigida por el inglés James Cook salió del puerto de Plymouth a bordo del Endeavour con destino a Tahití para presenciar el fenómeno el 3 de junio de 1769. Fue uno de los viajes más épicos y productivos de la historia.

La aventura de la ciencia resultó que estaba en el trayecto, no en el destino. Cook usó a su tripulación como conejillo de indias para encontrar un remedio contra el escorbuto, la enfermedad que causaba estragos entre los marineros. Durante años se había especulado sobre su origen y la mejor manera de erradicarlo. Expedición tras expedición, la forma de combatirlo se fue restringiendo al ámbito de la alimentación.

James Cook incorporó a la tripulación a James Lind, un médico escocés que había reducido el número de casos de escorbuto con una dieta a base de chucrut. La enfermedad en el Endeavour se redujo pero no desapareció. Cook decidió seguir el consejo de un naturalista que iba a bordo, Joseph Bank. Él mismo había experimentando una mejoría tras seguir una dieta a base de zumos de naranja y limón. Resultó que en los cítricos estaba la clave. El cambio de menú produjo una mejora extraordinaria entre la tripulación. Cuando llegó a Tahití ocho meses después, gracias a ese menú experimental no hubo bajas. Cook compartió el remedio con la Royal Society y la posterior investigación sirvió para salvar millones de vidas.

En cuanto al tránsito, llegado el día Cook pudo observarlo aunque con más dificultades de lo previsto debido al fenómeno de la gota negra. «Por un efecto de sombras Venus formaba como una gota de agua que dificultaba saber cuándo entraba y salía del disco solar», reconoce Borja. En realidad el tránsito ocupó poco espacio en su diario. La aventura dio para mucho más. De regreso cartografió el Pacífico que impulsó la colonización de Australia y Nueva Zelanda.