Desde que estamos confinados, todas las tardes Enrique Paz Escudero se asoma al balcón de la parte posterior de su casa de Linares Rivas para interpretar piezas líricas que perfeccionó hace casi medio siglo con el maestro Alfredo Kraus, del que fue su primer alumno y amigo para toda la vida.
21 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Falleció en 1999, pero su espíritu anda estos días por Linares Rivas. El confinamiento obró el milagro. A las ocho de la tarde, los vecinos de esta calle, pero también los de la cercana Federico Tapia y de otros edificios céntricos, escuchan arias de ópera, romanzas de zarzuela y canciones españolas o gallegas que parecen salir de la garganta del mismísimo Alfredo Kraus. «No es habitual a mi edad poder tener la voz en estas condiciones, es un don que me dio la naturaleza y el estudio al lado de mi maestro», comenta Enrique Paz Escudero, el primer alumno de que tuvo Alfredo Kraus y amigo íntimo de esta figura de la lírica. Enrique nació hace 70 años y medio en la misma casa donde ahora reside, Linares Rivas 9. Es uno de los edificios más bonitos de esta fachada coruñesa, aunque parece que últimamente está gafado. La empresa que se iba a encargar de la rehabilitación tuvo problemas y los andamios quedaron allí sin nadie trabajando. Finalmente otra firma se hizo cargo de los trabajos y, cuando ya estaban tapando grietas, apareció el coronavirus y mandó parar. A lo que iba. A las ocho de la tarde Enrique se asoma al balcón posterior de la vivienda y empieza a cantar. «El primer día fueron nueve obras, pero a partir de ahí dos o tres cada anochecer. Pongo música para acompañar las canciones», apunta. La gente que lo escucha aplaude, aunque la mayoría no lo ven. «Hay una acústica fantástica. Oigo aplausos que proceden de edificios laterales. No sé a dónde llega mi voz», analiza este coruñés que alcanza desde un balcón la gloria que no tuvo la fortuna de disfrutar sobre los escenarios. «Triunfar es mucho decir. Lo que sí es una gran satisfacción y el hecho de que la gente aplauda me llena de orgullo», afirma. Seguro que se maestro y amigo Alfredo Kraus estará feliz.
El primer alumno
Enrique y Alfredo mantuvieron su amistad toda la vida. El coruñés, que estudió en los Salesianos y los Dominicos, empezó a cantar en El Eco siendo un niño. Por mediación de un primo de su padre consiguió que lo escuchase el que está considerado como uno de los tenores líricos ligeros más importantes de la historia. «En cuanto me oyó cantar dijo que le gustaría ser mi maestro, y así me convertí en su primer alumno. Para mí fue un grandísimo honor», recuerda. Un honor y una oportunidad porque durante tres años recorrió los principales teatros del mundo. Mientras Kraus cantaba él aprendía. «Yo tenía 22 años y ensayábamos en La Scala de Milán», recuerda. Y pensar en lo que está ahora pasando en Italia. El cantante coruñés participó en algunos conciertos y óperas, pero nunca llegó al estrellato, aunque siempre estuvo vinculado al mundo lírico. Ahora, ya jubilado, se dedica a dibujar, a subir grabaciones a su página de Facebook, y a cantar como le enseñó Kraus, con el que continuó la amistad. «Iba con mi mujer a pasar el fin de año a su casa», rememora. Agradecido, dice que ahora «trato de corresponder a lo que él hizo por mí y mando vídeos a gente que me pide ayuda desde distintos lugares del mundo. Tengo la obligación moral de continuar su legado», asegura Enrique, que hace poco grabó un cedé dedicado a Kraus, al gran tenor que estos días resucitó en Linares Rivas.