Las autoridades no confían en el método del aislamiento y se centran en realizar el test a todo el que tenga síntomas. ¿Te parece razonable? Vota y opina en nuestra encuesta

Patricia Baelo
Serxio González

Como cada año, con los primeros despuntes de la primavera los alemanes salen en grupo a disfrutar del aire libre, tras un invierno largo y oscuro. Las escuelas, institutos y universidades del país están cerrados por la pandemia de COVID-19, pero las zonas de ocio se muestran casi tan abarrotadas de niños y adultos como de costumbre por esta época. Es más, los jóvenes se congregan en los parques con cerveza en mano y al ritmo de la música tecno. Acuden a una de las muchas CoronaParties convocadas a través de las redes sociales y disueltas por la policía de Berlín, que se queja de estos comportamientos.

Algo similar ocurre en otros estados federados de Alemania, donde muchos ven en los llamados a quedarse en casa un recorte de sus libertades que les recuerda a la extinta RDA. Ignoran las distancias de seguridad y las mascarillas, y, sobre todo, que las autoridades sanitarias han elevado la alerta por el coronavirus de «moderada» a «alta» y calculan que hasta diez millones de personas podrían llegar a infectarse en el país.

Los líderes regionales amenazan con imponer el confinamiento obligatorio que ya rige en España y muchos otros países vecinos. «Si no cambian su actitud, no nos quedará más remedio que aplicar medidas más duras y sanciones», asegura Winfried Kretschmann, primer ministro de Baden-Württemberg. Por su parte, el jefe del Gobierno de Baja Sajonia, Stephan Weil, advierte a los propietarios de locales que se los cerrarán si no cumplen con el horario reducido. Eso sí, se mostró contrario a un confinamiento, alegando que los expertos «no ven en él un efecto adicional y sustancial para la salud».

Dado el carácter fuertemente descentralizado de Alemania, este tipo de decisiones recaen en manos de las autoridades de los 16 länder. Todos han cerrado los centros educativos y restringido los horarios de apertura de tiendas, cafés y restaurantes, pero algunos solo prohíben las aglomeraciones a partir de 1.000 personas y otros a partir de 50. Ante el riesgo de un vacío legal debido a la descoordinación entre las regiones, Angela Merkel pide a sus compatriotas que sigan las recomendaciones de limitar el contacto social y los desplazamientos, porque «medidas temporales y difíciles de justificar en una democracia, son imprescindibles para salvar vidas». En un mensaje histórico y cargado de simbolismo, el primero televisado desde que llegó al poder en 2005, la canciller alemana habló de una crisis «grave» y del mayor desafío «desde la Segunda Guerra Mundial».

 

Test a todos desde el principio

La cifra de contagios en Alemania asciende ya a 12.300. Sorprendentemente hay 34 fallecidos confirmados, un número muy bajo comparado con los que se observan en España e Italia. Todo apunta a que ello se debe a una combinación de factores. Por un lado, tiene que ver con los recursos del sistema sanitario. En la potencia europea se empezaron a realizar test de diagnóstico mucho antes de que se produjeran las primeras muertes oficiales.

Las competencias son de los lánder y Merkel se limitó a pedir a los alemanes que eviten los contactos sociales

A día de hoy se siguen haciendo pruebas a todo aquel que presenta síntomas o tiene a alguien en su entorno que ha dado positivo. Para ello, hay que ponerse en contacto por teléfono con el médico de cabecera. Entretanto, los test se realizan a domicilio o incluso desde el coche, como en las ciudades de Múnich, Oberhausen y Bochum. De los resultados se encarga la Oficina de Sanidad de cada distrito. Pese a haber sufrido una década de recortes, que la han dejado sin mano de obra cualificada ni infraestructuras en buenas condiciones, la locomotora dispone de unas 25.000 camas con respiración asistida en las unidades de cuidados intensivos, muchas más que España, Francia e Italia.

Sin embargo, muchos temen que Alemania esté clasificando ciertos fallecimientos provocados por el coronavirus como si se debieran a otras causas bien distintas.

 

MARTINA MISER

«Aquí en Berlín estamos como en España hace una semana»

El armonicista de blues Marcos Coll explica que en Alemania está todo cerrado, pero la gente sigue paseando con tranquilidad por los parques

Serxio González

A sus cuarenta y pocos, Marcos Coll es ya una leyenda del blues europeo. El músico, que creció en Santiago, es una referencia mundial en lo suyo, que no es otra cosa que tocar la armónica. Hace dieciséis años se decidió a instalarse en Berlín, atraído por una escena afroamericana muy potente y un ambiente cultural irresistible. La nómina de gente con la que ha grabado y compartido escenario incluye a tipos del nivel de Chuck Berry, John Mayal, Mike Taylor o Buddy Miles; además de ser la imagen de la marca Hohner y haber ejercido como padrino del festival Vilablues de Vilagarcía. El caso es que a Marcos la marea ascendente de la epidemia lo coge en la capital alemana, y está convencido de ciertos paralelismos con la situación que España atravesaba días atrás, sin saber a qué carta quedarse. «Aquí estamos parecido a España hace una semana, que si sí, que si no...».

El bluesman gallego relata que, hace un par de días, el sol dominó una jornada completamente primaveral en Berlín. «Sí, parecía domingo; todo estaba cerrado, pero la gente estaba con los niños en los parques. Supongo que cada país afrontará esto de diferente manera, aunque también supongo que aquí entrará el canguelo esta semana». Nada que ver con el riesgo que asumen los profesionales sanitarios o los reponedores -«no me cambiaría por esa gente, a ellos sí que les ha tocado duro», reconoce-, pero el coronavirus ha dejado secos a los músicos. Así que dedica el tiempo libre a tocar, «a ver alguna que otra serie estúpida y, si acaso, a escribir alguna canción nueva». También a ofrecer gratuitamente su célebre y revolucionario Harp & Soul, un curso de armónica a través de Internet que podrá seguirse sin soltar un euro mientras se prolongue el confinamiento. De comida y abastecimiento andan bien, «incluso el súper que está más cerca de casa se llama Superibérico y todo son productos de España, Portugal y Latinoamérica». Y, por mucho que en Alemania aún no hayan apostado por medidas tajantes, él lo tiene claro: «Como esto no se sabe por dónde va, mejor dedos cruzados y en casa».