Desde la era de las grandes expediciones la navegación se apoya en técnicas que se basan en una trigonemetría esférica
22 mar 2020 . Actualizado a las 12:01 h.Los defensores de la Tierra plana creen que en la Antártida existe un muro que marca el fin del planeta. Incluso están dispuestos a organizar una expedición hasta el continente helado para probarlo. Sin embargo, quienes han tenido la oportunidad de viajar al extremo sur niegan tal visión del mundo. «Vivimos en un lugar que básicamente es una esfera, ligeramente achatada, pero una esfera. Este conocimiento se remonta a los tiempos de Tolomeo, cuando llegaron a la conclusión de que si todos los astros que observaban en el cielo tenían una forma esférica, por qué la Tierra tendría que ser de otra manera», confiesa Emilio Regodón, comandante del buque oceanográfico Hespérides, que lleva meses navegando por las aguas antárticas para apoyar a diferentes proyectos científicos y realizar la logística con las bases españolas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla. «Siento mucho ser tajante con todas aquellas personas que han sido abducidas de alguna forma por las teorías terraplanistas, pero se equivocan», añade.
En los siglos XV y VXI, el viaje de Colón y el de Magallanes-Elcano revelaron experimentalmente la verdadera geometría y el tamaño de la esfera. Ambos sabían perfectamente que era redonda, aunque se equivocaron con sus dimensiones. «Magallanes pensaba que era más pequeña. Cometió un error del orden de 5.500 kilómetros», explica.
Hasta entonces la navegación se basa en portulanos. Se salías desde un puerto y tomabas un determinado rumbo acababas llegando a otro puerto. «Esto para un mar como el Mediterráneo funcionaba bien porque más tarde que temprano encontrabas tierra». Sin embargo, este sistema caduca en el momento en el que se descubre América y se completa la primera circunnavegación de la Tierra. A partir de entonces hay que diseñar nuevas técnicas para navegar por los grandes océanos. «Los navegantes necesitan saber la latitud (norte-sur) y una longitud (este-oeste) para conocer su posición», apunta Regodón.
Si bien es cierto que en el siglo XV la observación de las estrellas permitía revelar la latitud había un problema con la longitud. Para obtenerla era necesario tener una información sobre el tiempo. «La única manera de conseguirla era teniendo en cuenta el rumbo y la velocidad. Así que fue necesario desarrollar técnicas que se basaban y todavía lo hacen directamente en la trigonometría esférica y que permitían navegar durante meses sin pisar tierra. Esas técnicas fueron en su día consideradas como verdaderos secretos de estado por su valor y son una prueba de la esfericidad del planeta», termina Regodón.