Marta Soto: «Antes les hacía recados a mis abuelos, ahora hago lo mismo con otros mayores»
SOCIEDAD
La estudiante compostelana ayuda de forma altruista a varios vecinos de su edificio
21 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.De todos es sabido que los más vulnerables al coronavirus son las personas de más edad, y de ahí que hijos y nietos sientan la necesidad de protegerles incluso más que a ellos mismos. El principal problema es el grupo, cada vez más numeroso, de los mayores que viven solos o con familia alejada, que en las circunstancias actuales no pueden hacerse cargo de ellos. En el Ensanche de Santiago, donde el número de hogares con un solo mayor es elevado, se promovió una iniciativa para romper la barrera de la soledad. Lo que inicialmente se pensó para acompañar a los mayores, ahora se puso en marcha como una reacción inmediata de la sociedad civil para ayudar a los mayores a realizar las tareas indispensables que les obligaría a salir a la calle.
Marta Soto es una de las jóvenes voluntarias que se apuntó a la propuesta de la Asociación de Veciños Raigame para colaborar. «Al principio, les hacia los recados a mis abuelos para que no salieran y así evitar el riesgo. Ahora hago lo mismo con otros vecinos», comenta Marta. Esta joven pensó que, a la vez que salía a comprar el pan o adquirir otros productos para su casa, podía «echar una mano».
Desde hace unos días, acude provista de varias bolsas a las tiendas del barrio. «Le compro a un señor, que conoce mis abuelos, y a otra señora. A mí no me cuesta ningún trabajo, y lo hago sin esfuerzo». En la realización de esta actividad sigue un protocolo estricto, «procuro no estar cerca de ellos. Uso guantes para hacer la compra, e intento ir a tiendas pequeñas para asegurarme de que las cosas no han sido tocadas por la gente». Y, sobre todo, cuando «les entrego la compra, nunca entro en sus casas ni les toco. Ya habrá tiempo de abrazos cuando pase todo esto». Ante cualquier duda, «un médico del ambulatorio nos asesora, porque lo importante son ellos». También acude a la farmacia, aunque «les fui una vez y tengo que volver porque no tenían todo lo que necesitaban». Por su experiencia, las personas mayores «no entienden que no puedan salir, y les gustaría poder dar un paso. Con mis abuelos procuro hablar por teléfono para que estén tranquilos y darles conversación».
Esta iniciativa vecinal comenzó «como algo pequeño, pero hay muchas personas dispuestas a colaborar. No supone un gran esfuerzo, y se puede proteger a los más débiles», explica Marta Soto, una joven estudiante que cursa el segundo del grado de Química en la Universidade da Coruña. «De momento tengo mucho tiempo libre, porque están empezando con las clases online. Aún está empezando todo, y no sabemos qué pasará con el curso. Algunos hablan de que los exámenes serán en julio, pero esa fecha coincidirá con las recuperaciones, con la segunda oportunidad». Por si fuera poco, «están las prácticas, que en un carrera como la mía son muchas horas, pero no se sabe qué pasará. Lo peor es para los cursos superiores, en los que hay más horas de prácticas que de teoría».
Marta cree que, en el caso de sus estudios, no podrán recurrir a la opción de sustituir los exámenes por trabajos. «La mayoría del trabajo son problemas, y no se suplen fácilmente con trabajos». Incluso la idea de recurrir a realizar pruebas de evaluación online «tampoco me anima; si ponen un examen difícil, aunque tengamos todos los libros y apuntes delante, no creo que tengamos garantías».
El erasmus es otro de los quebraderos de cabeza, «porque se perderá la oportunidad. Ahora no se irá nadie por miedo al cierre de fronteras, y más tarde, ni se sabe si habrá».