El Café del Centro, en Lugo, con sus 116 años de vida, ha bajado la persiana por primera vez en su larga historia

Lorena García Calvo
lorena.garcia@lavoz.es

Fue testigo, desde la lejanía, de dos guerras mundiales, vivió una civil, una gripe letal y un golpe de estado. Y sus puertas jamás se cerraron. Sin embargo, el Café del Centro, uno de los negocios más insignes de la ciudad de Lugo, ha sucumbido, como el resto del sector, al coronavirus y desde el sábado 14 permanece cerrado. La primera vez en sus más de 116 años de historia.

«Se puso en marcha en 1903 y estuvo siempre abierto. Ni las dos guerras mundiales ni la Guerra Civil lo cerraron. En el 36, como Lugo era una zona neutral, siguió abierto a diario. Ahora hemos tenido que cerrarlo. Supone un shock total, pero es nuestra obligación», cuenta José Ramón, hijo de una de las hermanas Yáñez, propietarias de este establecimiento familiar.

Antonio Blanco, encargado del Café del Centro, lleva cuatro décadas trabajando en él y el confinamiento y la ausencia de contacto con los clientes se le están haciendo cuesta arriba. El bar, con sus columnas originales en hierro fundido, su apertura de lunes a domingo y su pátina histórica, es como su segundo hogar, además de un testigo silencioso de más de un siglo de historia.

En las mesas del café tenía Ánxel Fole una de sus tertulias en Lugo. Allí se hablaba de Galicia y de literatura. También por allí pasó Joan Pujol, el espía español, agente doble, que desempeñó un papel clave en el desembarco de Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial. «A súa muller, Araceli González, era lucense e hai constancia de que Garbo foi cliente. Sería alá polos anos corenta», narra Antonio.

ALBERTO LÓPEZ

De política se ha debatido mucho entre las paredes el Café del Centro. Durante el 23-F, sin ir más lejos, fue el último en echar la persiana, cuando pasaban ya de las doce de la noche. Cuentan que todos los políticos de la ciudad pasaron por allí. «E todos os presidentes do Goberno tamén estiveron nesas mesas», apunta el encargado del café, al que los guardaespaldas de Rubalcaba metieron un susto en su día. «Esquecéranselle unhas chaves na mesa, fun a darllas e agarreino polo ombro para avisalo. E claro, botáronseme enriba», cuenta con cierta morriña.

Todos os presidentes do Goberno tamén estiveron nesas mesas»

Cuando hace dos semanas el Ejecutivo decretó el estado de alarma los responsables de la cafetería tramitaron un ERTE. Son 14 empleados y con situaciones de todo tipo. «Tenemos una caja de contingencia y ya les hemos dicho que si alguno necesita dinero o incluso comida, que lo pidan. Teníamos las despensas abastecidas», apunta José Ramón.

Volverán los tiempos de cine

Tanto José Ramón como Antonio esperan con impaciencia que la crisis del coronavirus remita y puedan retomar sus vidas donde las dejaron. Sueñan con levantar la persiana de un negocio que comenzó llamándose Café Moderno porque fue de los primeros en tener luz eléctrica y caja registradora. Una cafetería de las de clientela fija a la que no hace falta preguntar cómo quiere el café.

Ansían que regresen los días de reuniones en los que poder contar, cara a cara, las anécdotas del centenario local. Como cuando Charlton Heston, que estaba rodando una película en Lugo, se acercó a tomarse un café con leche. Cuando Mario Camus y Paco Rabal grabaron allí La vieja música, o cuando Carmen Maura y Alfredo Landa actuaban en sus mesas para El rey del río. Porque el Café del Centro también ha servido de plató de cine, aunque ahora con lo que sueñan es con dejar atrás la pesadilla y que en sus mesas puedan compartirse de nuevo charlas y sonrisas.