Tenemos que empezar a hacernos ya la pregunta de si hay varias velocidades en la afectación y lucha contra el COVID-19 para saber con qué criterios afrontaremos el restablecimiento, para que no se haga prematuramente ni haya un repunte.
La pandemia camina a tres velocidades en España, con zonas que se lograron aislar mejor (con focos todavía a controlar, como los geriátricos), que pronto alcanzarán su pico y comenzarán a remitir en un par de semanas. En esos tres estratos estarían, por un lado, Madrid, Cataluña, La Rioja el País Vasco y Navarra; por otra parte, Castilla-León, Castilla La Mancha y Aragón; y, en otro bloque, Galicia, Asturias, Murcia y Andalucía, que no han llegado a la saturación de su infraestructura sanitaria.
En estos últimos lugares habrá un aplanamiento y descenso de la curva antes que en el resto de España, porque además no poseen una transmisión comunitaria sostenida. De todos modos, hay que ir con cuidado, porque aún cuando esto ocurra, habrá tres o cuatro semanas en las que se obrará un grado de transmisión, que nunca caerá abruptamente y, de hecho, habrá algún pico en defunciones, hospitalizaciones e ingresos en uci, debido a que hay mucha gente enferma, pero que tarda en desarrollar la enfermedad.
Teniendo en cuenta esto, en algunas comunidades sí podríamos pensar en relajar las medidas de confinamiento cuando llegue el momento, aunque no de la noche a la mañana, y no a todo el mundo, porque debemos proteger a los vulnerables (como los mayores). Para ello, necesitamos hacer muchos tests para identificar positivos con pocos síntomas o asintomáticos. En ese caso, en tres o cuatro semanas podremos hacer concesiones al confinamiento de un modo gradual y estratégico, algo que será más difícil en las zonas más afectadas de España. Lo que tiene que quedar claro es que el horizonte no es de aquí a la Semana Santa.
Se pueden ver las cosas con cierto optimismo. Hay una luz al final del túnel. La han visto China, Corea, Taiwán y Japón, pero para nosotros está a un mes de distancia. Hay que mentalizarse. El sacrificio de hoy es el beneficio de mañana.
En ese momento, habría que acometer medidas a varias velocidades, pero siempre, por si hay picos, teniendo en alerta los mecanismos de atención primaria reforzada, la capacidad de movilización rápida de ucis y realizar el triple o cuádruple de tests en un mes.
Aún si se libera en parte el confinamiento y la actividad productiva no esencial, lo que no se puede liberar es el trasiego de población de áreas más afectadas a otras con menos presión de la pandemia, porque provocaría la reimportación de casos. Esta situación es extrapolable a nivel internacional.
En este sentido, es necesario que las autoridades hilen fino, teniendo en cuenta los factores económico y político, que también influyen aunque es el sanitario el que debe guiar las acciones posteriores.
En lo referente a Italia como espejo, hay que tener cierta cautela, porque no todo es trasladable a España, como el colapso de las ucis y los hospitales del norte, que no creo que afecte uniformemente a España. Estamos ante una pandemia que nos ha pillado a todos por sorpresa en múltiples ámbitos, en gran medida por las personas que transmiten la enfermedad pero que aparentan estar sanas. No había protocolo ni receta, las decisiones se fueron ajustando sobre la marcha y, en ocasiones, llegaron tarde. No había ni provisiones. Un ejemplo es que los tests se comenzaron a fabricar en enero en China. Antes no los había porque, simplemente, no existían los elementos necesarios, incluso el virus, para elaborarlos. Todo ha sido a una velocidad vertiginosa.
Sobre el autor
Daniel López Acuña es exdirector de Acción Sanitaria en Crisis de la OMS