
Un viaje en la línea que une el HULA con la Ronda permite comprobar que Lugo ha cambiado
08 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Ronda da Muralla de Lugo, junto al Fogar de Santa María. 13.30 horas del martes 7 de abril. Una madre y su hija esperan el bus 14A para ir al HULA a ver a un familiar ingresado. No llevan mascarillas, solos unos pañuelos para taparse la boca y protegerse del coronavirus. «Es imposible encontrarlas», se quejan. Llega el bus. Las puertas delanteras no se abren. El periodista les explica que tienen que subir por la parte trasera. «¿Es gratis?», preguntan sorprendidas.
Dentro solo hay otra mujer que también va al HULA y la conductora, metida en una especie de cabina y sin contacto visual con los pasajeros. Parte de los asientos están precintados para crear una separación. Aun así, hay espacio de sobra. Un cartel ofrece recomendaciones de higiene. Por si acaso, nadie toca nada, y eso que el vehículo está limpio, impoluto. De fondo, suena una emisora musical, y como paradoja del destino se escucha Antídoto, de Antonio José & Greeicy.

El bus arranca. Las amplias lunas laterales y la altura permiten al periodista tener una panorámica en movimiento de una ciudad detenida, que en apariencia podría asemejarse al ferragosto, al vacío que se vive en el fin de semana del 15 de agosto cuando miles de lucenses escapan a las playas y a las fiestas de las aldeas. En esta ocasión todo es extraño, diferente a como el periodista ha conocido Lugo en las últimas décadas: locales con las verjas echadas, terrazas montadas esperando a sus clientes, militares paseando, controles policiales en cruces estratégicos, algún coche adelantando al bus, colas para entrar en una farmacia o en un banco, parques sin niños saltando, peatones sueltos con una bolsa pequeña en la mano y mirada perdida, caminando con prisas... Escenas de una vida cotidiana propia de un estado de guerra, o como si el calendario no hubiese pasado página: los carteles publicitarios anuncian fiestas y actividades de febrero. Nada de futuro.
Es tan escaso el tráfico por la Ronda y la Calzada das Gándaras que el bus llega a su destino con el suficiente tiempo como para que la conductora tenga que esperar cinco minutos para ver si alguien quiere regresar del hospital a la ciudad. Las marquesinas junto a la mayor industria de Lugo, el HULA, siempre repletas de pasajeros esperando para subirse al bus, están vacías.
El regreso, solitario
Son las 13.50 horas. Toca regresar y solo se ha subido al mismo bus el periodista. Nadie más le acompañará durante los quince minutos que durará el viaje de vuelta a la Ronda da Muralla. Un martes laborable, antes de que estuviésemos confinados, en plena hora punta, el trayecto sería más complicado para la conductora. Ahora nadie le impide circular: carreteras, calles y aceras vacías.
Curiosamente, el único lugar donde existe algo de vida es en el exterior de la residencia de mayores de As Gándaras. Una decena de jubilados pasea o toma el sol en sus sillas de ruedas en la entrada del centro. La escena se hace extraña por aquello de ver a tanta gente junta. Un lujo para estos tiempos que corren de separaciones y medidas de distanciamiento.

El bus se detiene antes de la gasolinera Martínez. No hay ningún coche por la Ronda. Solo un lucense, con mascarilla, que recoge los excrementos de su perro en la zona verde de la Muralla. Cruza la vía sin ningún temor. Sabe que no hay tráfico. La conductora, al igual que antes en el HULA, hace tiempo para ponerse en marcha a la hora prevista para iniciar una nueva vuelta al hospital. En esta ocasión, irá sola.
Arranca el bus fantasma en una ciudad cerrada, en un Lugo detenido en el tiempo.
Alguna línea llegó a tener solo siete pasajeros en un día
Para comprobar que el confinamiento es efectivo no hay como analizar los datos objetivos. Así, como explican desde el Área de Mobilidade del Concello, en un día laborable antes del estado de alarma la media de pasajeros en las diferentes líneas de buses urbanos se situaba entorno a los 8.800 usuarios. En cambio, la primera semana de confinamiento ya bajó a 1.344 pasajeros y la pasada semana, en la que ya solo podían trabajar sectores esenciales, la media se quedó sobre los 1.100. Los fines de semana también se ha notado el descenso, y de unos 1.200 viajeros un domingo normal se ha pasado a solo 303 el pasado día 5.
Como ejemplo de que los lucenses se han quedado en sus casas desde el Concello señalan que hay alguna línea que la pasada semana solo llegó a tener siete pasajeros en todo el día. Mobilidade suprimió varias líneas tras la orden el ministerio que pedía dejar casi en servicios mínimos el transporte urbano.
EVOLUCIÓN DIARIA
Día viajeros
Lunes 30 1.147
Martes 31 1.255
Miércoles 1 1.117
Jueves 2 958
Viernes 3 1.097
Sábado 4 554
Domingo 5 303
Media un día laborable normal 8.800
Media un sábado normal 2.700
Media un domingo normal 1.200
Fuente: Área de Mobilidade do Concell