
Los expertos aclaran que pasar por un período de abstinencia como el actual, no servirá si no piden apoyo
20 abr 2020 . Actualizado a las 12:57 h.De poco o nada sirve que los casinos y casas de apuestas estén cerradas y los ludópatas estén sin salir de casa un mes o los que sean: las adicciones son indelebles al alcohol y al confinamiento. Creen los expertos, que la inmensa mayoría de estas personas volverán cuando regrese la «normalidad» y ese tipo de negocios vuelva a abrir sus puertas.
El psicólogo experto en adicciones, Antonio Toba de Llano, no lo puede decir más claro: «Cuando vuelvan a abrir los casinos o bingos, el ludópata irá como un miura». Es decir, aguanta y hasta puede que muchos lleven bien el no poder jugar durante una larga temporada, pero el problema sigue ahí. La abstinencia solo es un paréntesis. Sobre todo, añade Toba, es un «paréntesis obligado».
Conciencia del problema
Toba pone el ejemplo del enfermo ingresado en el hospital con un grave cuadro clínico por llevar una mala alimentación. «Durante los días que sea atendido, adelgazará y le darán comida sana. Pero en cuanto le den el alta, muy probablemente se irá a un restaurante a celebrarlo». El adicto ha de tener conciencia del problema y una decisión férrea de abandonarlo, dice el psicólogo. Si no, es imposible.
Otro problema añadido que confirman las palabras del experto es que durante el tiempo que dure la alerta sanitaria, ahorrarán dinero. Muchos, «ya ni se acordaban de tener algo en el banco. En cuanto reabran las casas de apuestas, bares o bingos, van a disponer de saldo y, lamentablemente, en un día o dos lo gastarán todo».
Pese a todo, ¿hay algo que pueda hacer el adicto ahora que no puede jugar? El psicólogo responde con un sí categórico: «Ponerse en manos de un profesional. Intentar que esta abstinencia involuntaria se vuelva voluntaria con ayuda».
Agalure
Porque aunque las clínicas o asociaciones, como la Asociación Galega de Ludópatas en Rehabilitación (Agalure), se encuentren cerradas en estos momentos y se han suspendido las terapias grupales, sus teléfonos siguen activos. Más que eso. Los profesionales atienden las llamadas y están pendientes de los usuarios.
Pero una cosa son los establecimientos de juego propiamente dichos, los bingos, los casinos, las salas de apuestas o las tragaperras de los bares, que ahora están cerrados, y otra bien distinta es la adicción a las aplicaciones online, que desde que se decretó el estado de alarma han disparado su volumen de negocio. Antonio Toba alerta de ello. Le molesta las ofertas que están haciendo esas empresas en estos momentos, «ofreciendo préstamos de hasta 600 euros para atrapar al jugador».
Según explican desde Agalure esta excepcional situación que se está viviendo no deja se propiciar «caídas y recaídas» para las personas con adiciones a Internet o al móvil. En general jóvenes. La Red es una fuente de ocio y una forma de contacto social con las personas en situación de aislamiento, y cortar su consumo resulta más difícil cuando el paciente ha de permanecer todo el día en casa.
«Seguimos manteniendo la prohibición de realizar la actividad» señala Recouso «pero las personas de apoyo son más permisivas en este tipo de casos. Cuando acabe esta situación habrá que tratarlo como una recaída y tratar de normalizar la situación y retomar el proceso» de deshabituación.

La deuda media de un paciente en la provincia es de 24.000 euros
Las apuestas deportivas en Internet y el póker online son las principales amenazas para los nuevos ludópatas. Esa es la conclusión de la asociación Agalure, que lucha contra este tipo de adicciones y que ha elaborado un retrato robot de las personas enganchadas al juego.
La edad media del paciente que acude a esta organización tiene 36 años de edad y el comienzo se sitúa en los 19, lo que indica que muchas personas empiezan a jugar antes de ser mayores de edad. La cifra positiva de este informe es que el 85 % de los casos tratados se resuelven con éxito y los pacientes vuelven a tener una vida normal. El caso más extremo recogido por esta asociación data del 2008 y es el de un joven que contrajo una deuda de tres millones de euros en partidas de póker.
Agalure cuenta desde hace cinco años con el programa de rehablitación «Podo, pero só non podo», subvencionado por la Diputación de A Coruña, para ayudar a las personas que han caído en las redes del juego y las compras compulsiva. Desde el año 2015, el grupo ha registrado todos los casos que han pasado por sus manos, unos datos que ahora sirven para extraer un retrato robot actualizado del jugador ludópata gallego.
El perfil sería el siguiente: un hombre 36 años y con estudios, al menos hasta la ESO. La mayoría con trabajo fijo. Su arranque con el juego, curiosamente, sigue siendo con las tragaperras y suele producirse antes de los 19 años. El informe indica que la deuda media de un ludópata en la provincia supera los 24.000 euros por persona.
Préstamos
La deuda acumulada de los jugadores diagnosticados desde el 2016 supera los 9,3 millones de euros. Esta situación lleva a los afectados a negociar con entidades de préstamos rápidos, con empresas y familiares. En los últimos cinco años la mayor deuda acumulada por un paciente al llegar a las dependencias de Agalure alcanzó el medio millón de euros. La persona más joven con problemas de juego que ha sido atendida en Agalure tenía 11 años. El menor llegó a la asociación con una deuda acumulada de 1.900 euros. En este caso, el paciente se había enganchado compulsivamente a los videojuegos, a través de los cuales realizó múltiples compras. Los hombres representan el 89 % de los casos registrados.

«Sin ayuda es imposible salir de esto», dicen las personas «enganchadas»
Antonio relata con detalle el horror que vivió desde que, todavía siendo un padre de familia a la que alimentar y entregarse, conoció lo que sería su ruina: el juego.
Pudiera pensarse que el cierre de las casas de juego, obligadas por el estado de alarma, sería la mejor herramienta para que los ludópatas abandonasen la adicción. Pero no. «Pasar un tiempo sin poder ir no significa que ya has pasado el mono y estás fuera», dice Antonio, que ha recaído «mil veces». Incluso estuvo un año sin pisar una sala de juego. Dice que «es curioso ver cómo uno regresa al pozo». Explica que «cuando lo dejas y estás un tiempo sin ir, te sientes bien. Te sientes curado y feliz porque poco a poco ves que los problemas económicos que había antes empiezan a resolverse». Pero de pronto, «un día, sin saber por qué, vuelves. Piensas que solo será un momento, que solo vas a gastar 50 euros. Y ya estás de nuevo atrapado», cuenta.
Luis empezó con 18 años a jugar a las maquinas tragaperras solo de vez en cuando, «pero cada día que pasaba jugaba con más frecuencia y cantidades de dinero más altas». En ese momento, «empecé a mentir, manipular e incluso robar pequeñas cantidades de dinero para seguir jugando. Entonces me metí en lo que yo suelo llamar El embudo del jugador, que significa que ya solo juegas para recuperar lo que ya has perdido».
Tras esto «empecé a combinar las maquinas tragaperras con las salas de bingo, pues había premios más grandes y me sería fácil recuperar el dinero perdido. ¡Menuda tontería!, la excusa de todo ludópata para jugar cada vez más. Busqué ayude y estuve unos meses sin volver. Parecía que empezaba a recuperarme. Pero volví a caer». Dice que sin ayuda es muy difícil salir de esto por no decir imposible.

«Apuntarse hoy, para borrarse mañana»
La Xunta, que lleva muy avanzado un anteproyecto de Ley del Juego, insiste en la existencia del Registro de Prohibidos que lleva años abierto. Se trata de una lista de personas que han pedido que les impidan la entrada a las casas de juego para salir de su adicción y que esos establecimientos tienen en su base de datos para parar a toda esa gente en la puerta. El problema, según el psicólogo Eduardo Barrena es que permanecer en ese registro tiene fecha de caducidad. Al año de apuntarse, automáticamente recupera el permiso de entrada. Mucho «peor que eso» es, según Barrena, cuando un adicto al juego decide acudir al Registro de Prohibidos de la Xunta, lo tiene muy fácil que lo dejen entrar de nuevo en el bingo, el casino o en cualquier establecimiento del sector. Solo tiene que volver al edificio autonómico y borrarse del registro. Sin más. Sin dar explicaciones. Al día siguiente de haberse apuntado, si quiere.