El gobierno conocía desde hace ocho años lo que podría suceder ante una pandemia y dominó la situación durante un primer momento pero el máximo asesor de Merkel prevé nuevos contagios en verano y que, si las medidas no se toman con seriedad, la situación se pueda descontrolar
29 abr 2020 . Actualizado a las 12:17 h.Desde el comienzo de la pandemia global del nuevo coronavirus, Alemania ha sido un «oasis» europeo en el que el COVID-19 parecía no tener el mismo impacto. Mientras que a fines de marzo sus vecinos, Italia, España y Francia, sumaban sus muertos por miles, el país dirigido por Ángela Merkel apenas superaba las 580 defunciones. El gobierno conocía desde hace tiempo el impacto que podría tener una pandemia como la actual y el «milagro» alemán de los inicios de la pandemia tendría que ver con la aplicación de medidas previstas en un simulacro elaborado en 2012.
Hace ocho años, el Instituto Robert Koch (RKI), responsable de la estrategia germana frente al COVID-19, elaboró un informe de riesgo simulando la llegada a Alemania de una pandemia: se trataba de un virus asiático, cuyos síntomas principales eran la fiebre, tos, náuseas y neumonía, y que bautizaron «Modi SARS». Se anticipaba además la falta de materiales de protección, el déficit de camas en hospitales y la capacidad de las cuarentenas para frenar la enfermedad, aunque se aseguraba que no podría detenerla.
En el mejor de los casos, y siguiendo las recomendaciones de distanciamiento, afirmaba el documento que ha sido el mapa de ruta del gobierno alemán, al menos 12 mil personas serían víctimas del virus y, en el peor escenario, esa cifra podría ascender a 7,5 millones, según cita ABC.
Así, el gobierno germano empezó a prepararse hace años pero sabía que no podría detener por mucho tiempo la enfermedad. Y tras esa primera contención, el coronavirus comenzó efectivamente una nueva etapa: la tasa de mortalidad se triplicó en las últimas semanas y un virólogo experto, principal asesor de Angela Merkel en la materia, pronostica una nueva ola de contagios en los meses de verano.
«Los informes sobre brotes relacionados con COVID-19 en hogares de ancianos y hospitales están aumentando». Y, en algunos de ellos, «el número de muertes es relativamente alto», repiten en los últimos días los reportes diarios de casos del RKI. Se trata del «comienzo de un nuevo desarrollo» del coronavirus que «inevitablemente» llevará a un aumento de la mortalidad en Alemania, afirma el director del Instituto de Virología del hospital Charité de Berlín, Christian Drosten, en una de sus entrevistas diarias para el podcast Das Coronavirus-Update, que lo ha convertido en una de las personas más influyentes de Alemania. Un aumento que las cifras ya reflejan.
Mientras que el 1 de abril los fallecidos por el virus eran 732 y la proporción entre contagios y muertes era del 1,1%, una semana más tarde alcanzaba el 1,8% y el 26 de abril, lo sitúa en 3,7%. Ese día, con 154.175 contagios, Alemania superó la cifra de 5.600 muertes a causa del COVID-19. En las primeras cifras de este miércoles, las defunciones superaban las 6.100.
A la entrada del virus en hospitales y residencias se suma además otro ingrediente que podría empeorar la situación alemana -y la de otros países-: la llegada de «una nueva ola directa de infección».
«Tenemos que contar con un máximo de casos que ocurren entre junio y agosto», asegura el virólogo Chirstian Drosten
Es lo que pronostica Drosten a partir de un estudio sobre la incidencia de la temperatura en el virus que afirma que ésta será baja. «Tenemos que contar con un máximo de casos que ocurren entre junio y agosto», asegura el virólogo en una de sus entrevistas. Entonces, «¿qué hay que hacer ahora?», se pregunta y contesta: proteger a las personas mayores y mantenerlos lejos de la ola de verano, sin visitas de los nietos ni actividades sociales. Porque la situación «es seria».
El virólogo advierte además en uno de los últimos capítulos por posibles complicaciones si las medidas de higiene, de cuarentena voluntaria y de uso de mascarillas, que Alemania exige ahora en el transporte público, no se siguen tomando con seriedad. «No ayuda si te lavas las manos de vez en cuando. O si a veces te pones una máscara. Es la situación, es la multitud de personas», afirma con respecto a la apertura de pequeños negocios y a la acumulación de personas en centros comerciales. Y agrega: «Con tantas interpretaciones individuales de esta medida, no me sorprendería si, durante mayo y fines de junio, nos encontramos de repente con una situación que ya no podemos controlar».
En el mismo sentido advierte el RKI sobre la desescalada que comenzó en Alemania el pasado lunes y que España planea aplicar en varias fases. «Debe enfatizarse que todavía no existe una inmunidad significativa en la población» y por tanto, «una flexibilización incontrolada de las medidas y un retorno al "comportamiento pre-pandémico" conducirían a un nuevo aumentoen el número diario de casos», advierte el insitituto.
Cómo logró Alemania contener el impacto de la enfermedad
Los bajos casos en los inicios de la pandemia, asegura en sus reportes epidemiológicos el Robert Koch Institut, se deben fundamentalmente a dos razones: la capacidad de diagnóstico y la edad de los contagiados.
«El motivo por el que en Alemania tenemos muchos menos fallecimientos que en Italia o en España tiene que ver con la cantidad de diagnósticos en laboratorio que estamos haciendo aquí, a la cantidad de test PCR que nos permiten tratar a los pacientes en la primera semana de contagio, que es cuando el virus es todavía combatible», explica el virólogo Christian Drosten. Copiando el método coreano y la estrategia también exitosa de la región de Véneto, Italia, desde los inicios de la pandemia Alemania comenzó a hacer test diarios en grandes cantidades, y a aislar y monitorizar la evolución de la enfermedad de los casos positivos. Con esto logró detectar no solo los casos graves sino también aquellos asintomáticos o con un curso leve de la enfermedad y que suelen ser en personas más jóvenes, afirma Drosten.
Fue justamente en ese grupo de personas que el virus impactó en primer lugar en el país, y otra de las razones que llevó a que Alemania mantenga, por el momento, una cifra de muertes baja con respecto a los países europeos más afectados. Según analiza un informe del RKI del 9 de abril, los primeros casos de coronavirus registrados en el país tuvieron que ver con quienes habían viajado por la semana de Carnaval o a zonas de esquí. Personas jóvenes, deportistas, que transmitieron el COVID-19 entre pares de su misma edad. De esa forma, la media de edad de los contagiados en Alemania se ha situado en todo momento por debajo de los 50 años.
«Hemos tenido un poco de suerte en este momento con la ruta de transmisión», afirma en ese sentido Drosten, quien asegura además que «la capacidad de diagnosticar, y la edad promedio, están directamente relacionadas».