Primera salida de menores: «¡A ver cómo lo meto ahora en casa!»

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Normalidad y bullicio en las calles de Galicia frente a las aglomeraciones de otras ciudades de España

26 abr 2020 . Actualizado a las 21:06 h.

Sin duda, ayer fue un día especial. Por primer vez desde que el Gobierno decretó el estado de alarma, las calles de villas y ciudades se permitieron un toque de alegría, principalmente por la presencia de los niños que llevaban encerrados en sus casas más de cuarenta días. Ayer por primera vez se oían las risas infantiles rebotando por las calles sin tráfico, se vieron patinetes, bicicletas, monopatines y hasta correpasillos circulando por las aceras donde abundaban parejas de estatura desigual: un padre y su hija, una madre y su hijo. Paseando, corriendo, al fin. Y en orden, al contrario de las inquietantes imágenes de aglomeraciones que se vieron en otros puntos de España.

En Cambre encontramos a Manuel, que tiene 5 años y que ha arrinconado la bici poco después de mediodía para lanzar pan a los patos de la ría de O Burgo en el paseo marítimo de O Temple, uno de los barrios con mayor población infantil del concello. Su padre, que se llama igual, me refiere lo que considera como errores en cadena del Ejecutivo: «Parece un Gobierno de los hermanos Marx». El chaval, ajeno a esas reflexiones, se acerca y me da algunos trozos de pan para que yo también disfrute de la avidez de las gaviotas.

-¡Qué contento está el chaval!

-Sí, pero... ¡A ver cómo lo meto ahora en casa!

Paseando entre la gente se aprecia que, en la medida de lo posible, guarda las distancias de seguridad. Durante el recorrido de poco más de una hora no veo guardias y sí muchas familias completas que, en vez de turnarse, han salido todos juntos. En el paseo de O Burgo, al otro lado de la ría, una madre observa como sus dos hijos de 10 y 6 años protagonizan una incruenta batalla con las cápsulas que han dejado caer los eucaliptos: «Desayunamos, nos arreglamos y salimos. Mejor ahora, antes de que empiece a llover. Yo creo que lo que más echan de menos es jugar con sus amigos».

«No tengo palabras»

La madre carga con unos aviones que los niños fabricaron con botellas de plástico durante el confinamiento. La niña me lo enseña a distancia y lo lanza a volar. Nada. No hay aerodinámica. Así que nos echamos unas risas y nos despedimos. No mucho más allá, Almudena regresa apurada a casa con sus tres hijos de 10, 5 y 2 años: «El pequeño no quería salir». Y es verdad, va en la silla enfurruñado. Se acostumbró al confinamiento.

-¿No va a ser indulgente con el tiempo?

«Aún tengo que ducharlos, cambiarlos y hacer la comida», contesta Almudena, que añade: «Pero la verdad es que no tengo palabras. Llevan todos estos días encerrados en un piso de 88 metros, sin terraza. Al de 5 años lo han acribillado a deberes y ya estaba todo el día de mal humor Esta salida nos hacía mucha falta».

«Es como el día de Reyes», dice Marisa en la calle Castelao de Vigo. Marisa es una de las que a diario puede salir para pasear a su perro y que ayer disfrutó además de la primera algarabía en 43 días. En Vigo se respetó la distancia de seguridad en bicicleta, con patines, patinetes, volando cometas, con la pelota, con mascarilla, sin ella... Para algunos fue su primer paseo en familia. «Miguel nació el 31 de mayo así que es la primera vez que sale de paseo más allá de los controles del pediatra y además, con su hermano», explican José Luis Santiago y María Belén Navia. A su lado, David, que cumple tres años la próxima semana, se muestra exultante porque le han tenido que subir el sillín de su bicicleta por el estirón que ha dado desde la última vez que pudo pedalear. Para ellos la foto de familia es especialmente importante ya que durante el confinamiento nadie les ha podido hacer aún una en la que salgan los cuatro y porque así, los abuelos de Miguel y David, que viven en Pontevedra, podrán ver una imagen del nieto que aún no conocen y cómo ha crecido su hermano mayor.

En Vigo, como en Santiago A Coruña y otras ciudades gallegas, los niños salieron al recreo más merecido con la lección bien aprendida y, pese a reencontrarse muchos de ellos con compañeros de clase o colegio, la gran mayoría supo mantener el límite físico de seguridad.

La emoción no dejó a algunos dormir y, por ende, a sus padres. «Nora ya estaba ansiosa por la noche, le costaba dormir porque le faltaba tiempo para coger la bici y salir», explica su madre, orgullosa de lo bien que se ha portado esta viguesa a la que el título de hermana mayor le llegó casi también en pleno confinamiento porque Aarón nació el 14 de febrero. «Hubo días complicados porque había que atender a los dos, era una demanda doble, pero Nora se portó muy bien», confirman los flamantes padres.

En Ourense, todo transcurrió con normalidad y sin aglomeraciones, aunque algunos padres prefirieron cerciorarse que las condiciones higiénicas eran las adecuadas y decidieron organizarse para desinfectar las aceras de sus calles. Lo hicieron en las parroquias de Seixalbo, A Carballeira y en la calle 8 de marzo.

Al fin y al cabo, la mayoría de los niños que salieron lo hicieron sin guantes. Mascarillas sí había. Aunque ninguna medida de precaución impidió ayer a niños (y adultos), disfrutar de la primera luz al final del túnel. Hoy, más.

Información elaborada con textos de Mónica Torres, Miguel Ascón, Patricia Calveiro, Marta Reguenjo y Jorge Casanova.