Araceli Silva, responsable de una peluquería en Vilagarcía, asegura que todo son incertezas sobre la reapertura
29 abr 2020 . Actualizado a las 09:54 h.Araceli Silva, de Vilagarcía y propietaria de un salón que apuesta por los productos orgánicos llamado Alma Máter, es de esas peluqueras que ven mucho más allá del cabello. Ella hizo piña desde el minuto cero con otros profesionales del sector. El WhatsApp que comparten hierve hablando de cómo será la vuelta. Pero hay pocas certezas: «Cremos que haberá que poñer mamparas para separar os clientes, protexer os abrigos na recepción e usar guantes e mascarillas distintas con cada cliente. Pero imaxina o custo de todo iso. Non está nada claro como imos facer, non hai un protocolo aínda», dice. Ayer escuchó a Pedro Sánchez. Y tampoco disipó dudas. El único consuelo es la clientela llamando, y diciendo que volverá. Ella también quiere volver.
En su caso, lo de poner guapas a las clientas —atiende a hombres y mujeres, pero ella suele hablar en femenino— es solo un medio. El fin, tal y como ella señala muchas veces, «é que saian contentas, que a imaxe que ven no espello lles axude a sentirse mellor, a estar máis a gusto consigo mesmas». Es por eso que Araceli, que como el resto de sus colegas lleva más de un mes con la peluquería cerrada, sabe que cuando le llaman algunas clientas y le dicen que tienen canas o raíces enormes, que necesitan un tinte, no es un ningún capricho. «O cabelo é do que máis vemos cando miramos ao espello. E velo ben axuda moito a estar máis animado, a verse mellor, máis xuvenil. Por iso me doe a alma cando me chaman as clientas. Dígolle que non merquen elas os tintes. A algunhas fíxenllos en botes e entregueillos. A outras estounas anotando nunha lista para que sexan as primeiras en ser atendidas», cuenta con emoción.
Araceli lleva desde los quince años con el peine en la mano. Y tiene 44. Abrió su propia peluquería en el año 1995 y sigue adelante con su negocio. Con casi tres décadas como emprendedora encima, bien podría haberse acomodado, tomarse las tijeras con calma. Pero eso sería fallarle a su espíritu rebelde. Ella siempre innova. Lo hace a diario con las pequeñas cosas y lo hizo en agosto del 2019 a lo grande, cuando cambió de ubicación su peluquería para colocarla en una coqueta esquina de la ciudad vilagarciana. Además, se pasó de lleno al mundo orgánico, buscando una peluquería más saludable.
El reinventado negocio se cruzó en marzo con el coronavirus. Y Araceli echó el cierre con todo el dolor del mundo, hizo un ERTE y, como ella explica, empezó a echar cuentas. Se emociona al recordar el ataque de llorera que le dio cuando el dueño del local le dijo que no tendría que pagar el alquiler mientras estuviese cerrada. O al hablar del proveedor de Lugo que esperará para cobrar a la reapertura.