Un estudio conecta la contaminación con el daño causado a zonas del cerebro vinculadas a la enfermedad
26 may 2020 . Actualizado a las 11:41 h.Una persona que viva en gran ciudad sometida a un alto nivel de contaminación tiene más probabilidad de padecer alzhéimer que otra que viva en un espacio rural sin ese problemas. Esa es una de las hipótesis sobre la que trabajan diferentes grupos de investigación en todo el mundo y que ahora cuenta con una nueva evidencia, gracias al trabajo de la BarcelonaBeta Brain Research Center (BBRC), centro de la Fundación Pasqual Maragall. En un estudio recién publicado en la revista Environment International apuntan a que cierto elementos de la polución afectan a la estructura del cerebro en áreas directamente vinculada con la enfermedad del alzhéimer.
Concretamente, el trabajo indica que las personas más expuestas a dióxido de nitrógeno (NO2) y partículas en suspensión del aire llamadas PM10 presentan una mayor atrofia cerebral y un menor grosor cortical en esas áreas del cerebro citadas. «Se demuestra que personas cognitivamente sanas y que, en muchos casos, tienen antecedentes familiares de enfermedad de alzhéimer, en función del grado de exposición a esos contaminantes tiene una mayor vulnerabilidad estructural en el cerebro que les puede conferir mayor riesgo», explica José Luis Molinuevo, autor principal del estudio junto a Marta Crous-Bou.
«Los resultados de nuestra investigación van en línea con los estudios científicos recientes que demuestran que la contaminación está relacionada con la incidencia de demencias», destaca Crous-Bou. En este caso la recopilación de datos para la investigación se llevó a cabo entre el 2013 y el 2014 sobre 958 participantes cognitivamente sanos, residentes durante al menos tres años en el mismo domicilio en la ciudad de Barcelona.
Para calcular el nivel de exposición de los participantes a los gases y partículas contaminantes, el equipo utilizó los datos recogidos en Barcelona en el marco del proyecto europeo ESCAPE, durante tres estaciones diferentes del año, y los cruzó con las direcciones de los participantes.
Paralelamente, los investigadores analizaron las áreas cerebrales que más se ven afectadas en la enfermedad de alzhéimer. Las compararon con la exposición a la contaminación ambiental. En este punto detectaron que los ciudadanos más expuestos a la polución del aire presentaban un grosor cortical inferior y una mayor atrofia cerebral respecto a los menos sometidos a la contaminación.
Zonas verdes, mejor escudo
Por el contrario, los investigadores observaron que los participantes más expuestos a zonas verdes tenían un mayor grosor en el córtex de determinadas áreas cerebrales. Por lo tanto, estas personas presentaban una mayor resiliencia a la enfermedad de Alzheimer que los más expuestos a los contaminantes. En este caso, los investigadores apuntan que no se trata de un beneficio directo de los espacios verdes, sino que más bien de una menor exposición a la polución.
Además de medir el impacto de la contaminación del aire y de las zonas verdes en la estructura cerebral, los investigadores también analizaron el impacto de estos dos factores y del ruido en el rendimiento cognitivo, pero no encontraron resultados significativos.
El equipo de José Luis Molinuevo y Marta Crous-Bou ya está trabajando en un nuevo estudio que ampliaría el hallazgo. «Queremos ver si estos contaminantes también se pueden asociar a tener un mayor riesgo de las proteína que están asociada en la generación del alzhéimer en el cerebro», señala. De demostrarse, apuntalaría su línea de investigación.