Están exhaustos. Pero hasta retrasan jubilaciones para trabajar en la vacunación del covid-19
07 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Hay quien dice que el covid-19 es la guerra mundial del siglo XXI. Otros aseguran que no se puede comparar la pandemia, que te obliga a quedarte en casa, con pasar calamidades en un frente. Sea como fuere, los sanitarios están luchando como un ejército. Se vio desde el minuto cero y se nota ahora, con la campaña de vacunación del covid. El personal de enfermería está exhausto. Pero da igual. Poder suministrar brazo a brazo la única arma que se antoja efectiva frente al coronavirus le ha dado un plus de motivación. Por eso, cuando se pregunta a los colectivos de enfermeros qué capacidad tendrá Galicia para vacunar si llegan dosis a un ritmo alto, la respuesta es clara: «Que la población esté tranquila, que se van a poner todas las dosis Pero le pedimos a la Xunta, como hacemos desde hace años, que nos refuerce para poder hacerlo rápido», señala Malules Carbajo, del sindicato de enfermería Satse.
También ve una motivación extra del personal Álvaro Carrera, presidente de la Asociación Galega de Enfermería Familiar. Cuenta que hay compañeros que hasta retrasan la jubilación para trabajar vacunando frente al covid. Pero lanza un aviso: «Non se pode xogar todo á capacidade humana». Dice que la capacidad de vacunación de Galicia depende de muchos factores. Pero, guiándose por los datos de la vacuna antigripal, cree que reforzando el servicio podrían ponerse 30.000 dosis o aún más cada día.
«Hemos ido muy pillados por el número de vacunas; podíamos vacunar más»
Á. Paniagua
«Me ofrecí voluntaria en cuanto me enteré», dice Olga Parro, enfermera en el centro de salud de A Doblada, en Vigo, y convencida de que la vacunación es una de las labores fundamentales de las enfermeras de atención primaria y de que, por lo tanto, no se lo podía perder. Después de haber puesto cientos de inyecciones, asegura que cada una ha sido diferente. «Detrás de cada persona hay una historia y algunos te la cuentan: que si su hija le ha dicho que se vacune, que si está deseando salir a pasear...», dice.
Sobre todo en las residencias, donde ya han terminado de poner la segunda dosis y ahora empezarán la repesca de quienes no pudieron completar la pauta por la existencia de algún brote. «Algunos se ponían a cantar de alegría después de recibir la vacuna». Entre los profesionales sanitarios también ha notado ese ambiente festivo.
El único problema en todos estos días ha sido la disponibilidad de inyecciones. «Hemos ido muy pillados por el número de vacunas. Con más dosis habríamos ido más rápido; a veces se frenaba», asegura. La primera y la segunda dosis no tuvieron nada que ver, porque los equipos de vacunación tenían más soltura y ya no tenían que estar pendientes de tantos aspectos como al principio ni pararse tanto a informar al paciente.
Estuvo vacunando desde el 29 de diciembre y detectó muy pocas renuncias y ningún efecto adverso que le llamase la atención.
«Cuando le pones la vacuna del covid a la gente sientes que estás haciendo historia»
m.hermida
Sandra Barros, de Pontevedra y enfermera eventual del Sergas desde el año 2007, es de esas sanitarias que se está dejando la piel para luchar contra la pandemia. Ahora, forma parte de uno de los equipos que está poniendo la vacuna del coronavirus. Lleva muchas dosis administradas, en las residencias de mayores de Pontevedra y a sus compañeros sanitarios. Sin embargo, se sigue emocionando al hablar de lo que hace: «Cuando le pones la vacuna del covid a la gente sientes que estás haciendo historia, que llevas un poco de esperanza en estos tiempos tan difíciles», cuenta ella.
Primero le tocó vacunar a los mayores de las residencias. La emoción estaba a flor de piel: «Estaban ansiosos por la vacuna, nos esperaban ya con el brazo preparado. Recuerdo a unos que estaban tan emocionados que hasta nos cantaron saetas». Le sorprendió que los ancianos ni siquiera pretenden que la vacuna les permita hacer grandes cosas. Se conforman con lo mínimo: «Quieren protegerse y poder volver a jugar la partida con sus compañeros, echan mucho de menos no ver a los que están en otra planta o así, porque ahora ya no están juntos como antes y lo añoran mucho», explica.
Tras las residencias, ahora Sandra está vacunando a los sanitarios en el hospital de Montecelo. Nota a muchos compañeros cansados: «Se les ve agotados tras estos días tan duros. Se alegran de que llegue la vacuna, todos tienen la esperanza de que nos ayude a salir de esta».
«Nas residencias alégranse moito cando chegamos coas vacinas»
m. cuadrado
Con 25 años de trayectoria profesional, Anselmo Fernández Alonso, enfermero titular del centro de salud de Mondoñedo, forma parte de uno de los tres equipos que vacunan contra el covid-19 en residencias de mayores (usuarios y trabajadores) y centros sanitarios del distrito sanitario de A Mariña. En esta comarca, cada equipo está integrado por dos enfermeros, explica Fernández, quien junto con su compañera Mar, ya comenzó a vacunar el 31 de diciembre: «Nas residencias alégranse moito cando chegamos coas vacinas. Na de Ribadeo alegráronse moito e, en xeral, temos moi boa acollida e dannos as grazas. Houbo moi poucas renuncias. A xente está desexando vacinarse». Tras llevar en días pasados la primera dosis a geriátricos donde el proceso tuvo que aplazarse por algún brote, Anselmo, que se ofreció voluntario, dice sentirse seguro: «Afronto o traballo con tranquilidade. Os xeriátricos son entornos seguros e nós tomamos todas as precaucións, por eles e por nós». Aunque no tienen mucho tiempo para conversar con los mayores, él aprecia «que están esperanzados con poder recuperar a normalidade».
«Lembro a un maior que quería vacinarse para poder coñecer a súa neta»
pablo varela
Melania Fraga, enfermera boirense de 27 años adscrita al centro de salud de O Carballiño, formó parte del equipo de sanitarios que vacunó a Inocencio Corbal, el primer ourensano inmunizado contra el virus. Fraga recuerda que Corbal, de 90 años, esperaba ese momento porque aún no ha podido tocar a una nieta que nació recientemente. «Só a puido coñecer a través dunha ventá. E contaba que quería collela no colo, e abrazala», recuerda. Son muchos los kilómetros de carretera que acumula Fraga en las últimas semanas, yendo de aquí para allá en dirección a las residencias sociosanitarias y atendiendo a sus compañeros de Atención Primaria. Esta semana, le tocaba administrar la segunda dosis en el centro de salud de Valle Inclán, en la ciudad de Ourense. «Levamos xa un tempo, e é gratificante. Nas residencias, por exemplo, están moi agradecidos porque comecemos por eles. E emociona. Téñennos aplaudido ó entrar e tamén ó saír», dice. De O Carballiño a Xinzo, pasando por la ciudad, su ruta aún no ha terminado. «Sempre imos en equipo, coa mesma parella, para evitar máis contactos», agrega.
«Todos quieren una foto del pinchazo, es histórico, el principio del fin»
B. abelairas
Jessica Seco lleva meses en primera línea del covid, de los equipos de rastreo del Área Sanitaria de Ferrol ha pasado a los de vacunación y a pesar de ello no acusa cansancio o pesimismo. «Ahora mismo estamos administrando la segunda dosis al personal sanitario de primera línea», cuenta poco antes de comenzar un nuevo turno a las nueve de la mañana. Jessica reconoce que el ambiente en la consulta en la que se vacuna contra el covid en el hospital es casi festivo: «Todos quieren una foto del pinchazo, es algo histórico, como el principio del fin, así que mientras le ponemos la dosis el compañero le hacen la foto». No siempre se han encontrado con tanta aceptación, ya que en algunas residencias de mayores hubo ancianos y mayores que no se dejaron convencer para inmunizarse contra el virus, aunque cree que eso está cambiando: «Hay personas que no quisieron la primera vez y que incluso firmaron el documento en el declaraban que se oponían y que ahora nos preguntan si pueden vacunarse», explica sobre un proceso que es reversible y que podrá retomarse en una nueva fase, aunque no se sabe cuándo.
«Son muchos los que nos preguntan si ya pueden hacer vida normal»
a. lorenzo
Yolanda Moares es de Catoira, trabaja como enfermera de familia y comunitaria en el centro de salud de Melide y desde hace más de un mes forma parte de los equipos que se dedica a recorrer los 46 concellos del área sanitaria de Santiago y Barbanza para poner la vacuna del coronavirus. Confiesa que a todos los lugares a donde acuden los reciben con los brazos abiertos, sobre todo ahora que se está completando el proceso de inmunización. «Al principio, con la primera dosis todavía había algo de incertidumbre, pero en esta segunda ya hay muchas ganas de terminar con todo», reconoce la profesional sanitaria, que destaca que el colectivo de mayores es el que «se siente más aliviado y transmite más tranquilidad».
El deseo de acabar con esta pesadilla del coronavirus ha provocado que se hayan encontrado con muy pocas personas que no quisieron ponerse la inyección para luchar contra el virus: «Hubo alguna renuncia puntual, pero se lo pensaron mejor y pidieron la vacuna cuando volvimos a poner la segunda dosis. Nos pasó en varios casos, pero muy pocos porque la aceptación está siendo brutal».
De todas formas, Yolanda Moares también quiere insistir en que no se puede bajar la guardia a pesar de haberse inoculado. «Son muchos los que nos preguntan si pueden volver a hacer vida normal, pero tienen que mantener todas las medidas de seguridad mientras toda la población no esté inmunizada», insiste la enfermera, que agradece el trato que les están dando allá a donde van: «La gente es muy agradecida porque ven la esperanza y la solución en la vacuna».
«Hay gente que renunció a la primera dosis y que nos la está pidiendo ahora»
Marta López
«Si más dosis nos enviasen, más vacunaríamos». Así resume Marta Mosquera, supervisora de Medicina Preventiva y Salud Laboral del Chuac, el ritmo que lleva la campaña de vacunación en el área sanitaria de A Coruña y Cee. Ella es una de las alrededor de treinta profesionales formadas para administrar el medicamento, que es recibido, en muchos casos, entre vítores. «Notamos mucho alivio, sobre todo entre los usuarios y trabajadores de las residencias. Había aplausos, se sacaban fotos para enseñar a sus familias... En general nos reciben muy bien, y gente que renunció a ponerse la primera dosis ahora nos la está pidiendo porque se arrepienten de la decisión. Hubo muchísimos bulos», considera la enfermera. Ella misma se vacunó al finalizar la primera jornada y está encantada de haberlo hecho y de poder participar en lo que define como un «hito histórico»: «Una campaña de vacunación a nivel mundial, sin precedentes, y ante algo totalmente nuevo como es el covid», sostiene. Recuerda ese primer pinchazo: «La primerísima vacuna la pusimos con mucho respeto. Estábamos preocupados por la forma de cargarla y por como iba a comportarse, viendo que en Inglaterra habían tenido dos episodios graves de alergia el primer día. Pasado ese respeto inicial, muy contentos», resume Marta. La demanda, asegura, está siendo altísima e incluso la paran por los pasillos para preguntar cuando le toca a determinados colectivos o franjas de edad. Aprovecha para concienciar sobre la vacunación contra la gripe: «La tenemos banalizada, pero cada año muere muchísima gente», dice.