El sol lleva desaparecido varios meses. Fuera hace frío y está lloviendo a chuzos. La meteorología parece haber obedecido de modo ejemplar la consigna de mantenernos confinados en el propio hogar. Solo queda el recurso de la ventana. A su través veo las camelias aguantado la lluvia y el ventarrón. Fieles a su origen porque llegaron a Galicia desde China y el Japón. Por eso aquí son las primeras en florecer. Son las abanderadas de la primavera. Un milagro que tuvo la suerte de sorprender a un gran poeta. Federico García Lorca visitó Galicia en 1916 cuando tenía 18 años. Y volvió en 1932. Dos visitas muy breves pero con efectos deslumbrantes. Al menos para mí, los seis poemas gallegos de Lorca constituyen la poesía gallega de mayor calidad en la modernidad. Como muestra ahí les va el inicio del “Madrigal a cibdad de Santiago: “chove en Santiago/ meu doce amor/ camelia branca do ar/ brila entebrecida ao sol./ Chove en Santiago na noite escura/ herbas de prata e sono/ cobren a valeira rua”. Hierbas de plata y de sonido cubren la rúa vacía. Entorno los ojos y me veo a mí mismo con dieciséis años cruzando la plaza del Toral camino de la Facultad de medicina.
La caja y la cobra
Sucedió en el verano de 1949. D Francisco Franco recibió en las Torres de Meirás al rey Abdulah, soberano del Reino de Jordania. Tal como es preceptivo se produjo un intercambio de regalos. El caudillo regaló al jordano una espada fabricada con el famoso acero de Toledo. El jordano entregó a Franco una caja ricamente decorada. Al abrir la caja salió una serpiente cobra con la lengua fuera y la mirada amenazante. A pesar de las tres cruces laureadas que acreditaban su valentía Franco se asustó. El jordano le dijo: tranquilo, es una cobra y no hace nada. Franco se quedó un rato pensativo. Y luego dijo: cobra y no hace nada, que la manden al Instituyo Nacional de Previsión. El relato non è vero pero no me negarán que è ben trovato.
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