«No soy un vicioso ni un porrero, solo un enfermo que necesita la marihuana»
SOCIEDAD
Un tetrapléjico ferrolano pide poder cultivar cannabis para uso terapéutico
27 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Un día de sol arrojó una larga sombra sobre el resto de su vida. Con 19 años se subió a una roca y se tiró de cabeza en la playa coruñesa del Lazareto. Y el choque con la arena del fondo le partió dos cervicales y lo dejó tetrapléjico. Transcurridos treinta años de aquello, lo recuerda como «anecdótico». Su sufrimiento tomó otros derroteros. El ferrolano Juan Manuel Rodríguez Gantes (A Coruña, 1971) se ha convertido en el primer español en hacer pública su petición oficial para cultivar marihuana para uso terapéutico. Cuenta que hace unos diecisiete años ingirió un antibiótico que le dio una fuerte reacción. Desde entonces arrastra un dolor neuropático abdominal que llegó a hacerle tomar cuarenta pastillas al día.
«Me daban mucha somnolencia, me dejaban hecho polvo, tenía vómitos...», enumera. Y así entró en su vida esta droga. «Había enfermos a los que les funcionaba en otros países. Era darle unas caladas y se me quitaba el dolor y la espasticidad [la rigidez muscular] y me dejaba en un estado de relajación y bienestar, me sentía muy bien», relata. Después vinieron más complicaciones, operaciones y más dolores. Y desde hace tiempo lo ha incorporado a su rutina de tratamientos, reducida ahora a dieciséis pastillas.
Cuatro porros al día
El primer porro del día lo fuma al levantarse, tras el desayuno. Y antes de acabar la jornada van otros dos o tres, en la calle o a escondidas en el recinto de la residencia pública donde vive. Consume entre treinta y cincuenta gramos de cannabis al mes: hasta 400 euros de su pensión de 600. «Se me van todos los ingresos en consumir marihuana: tengo que comprarla y pagar para que me líen los porros», detalla.
Dejar de recurrir al mercado negro es su única opción, alega, para evitar exponerse a no conseguirla, a que esté adulterada o a pagar un precio «abusivo». Por ello, hace años montó un armario de cultivo en su habitación del Centro de Atención a personas con discapacidad física (CAMF) del Imserso en Ferrol, en el que reside desde hace tres décadas. La dirección encontró las plantas y le obligó a retirarlas. Pero él se opuso. Fue denunciado y acusado de un delito contra la salud pública. «Al juez que vino le expliqué que la marihuana era para paliar el dolor y para mi consumo», recuerda. Y la causa se archivó en 2014, pero con la advertencia de que no podía cultivar maría en el centro público. Con la mercancía que le llegaba de asociaciones atraídas por la popularidad de su caso, se estuvo autoabasteciendo un tiempo. Después «tuve que volver a recurrir al mercado negro», comprándola él mismo en algunos puntos de Ferrol.
Hasta que irrumpió la pandemia. Entonces llegaron varios meses de abstinencia forzosa, con un ingreso hospitalario añadido para operarlo de una úlcera. Y regresaron unas pastillas «que casi no me quitan el dolor».
Cruzada ante Sanidad
Un día sin marihuana, esgrime, se supone «fuertes dolores, no dormir ni apenas comer, y no poder hacer las cosas del día a día». Y por ello, ha emprendido una cruzada para intentar conseguir que Sanidad le autorice a su autocultivo para uso medicinal.
La solicitud oficial a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) todavía no tiene respuesta. La presentó asesorado por el abogado Héctor Brotons, y el Observatorio Europeo del Cultivo y Consumo de Cannabis, del que es director jurídico. Hasta ahora, solo se ha autorizado a grandes empresas, «nunca a un cultivador a título propio». Por ello, «no sabemos muy bien su viabilidad», admite, «pero si hablamos de justicia y de derechos deberían darla: no solo es una cuestión de salud, sino que los convenios internacionales sobre los derechos del paciente permiten elegir el tratamiento». Rodríguez Gantes tampoco deposita muchas esperanzas en la AEMPS. «Pero tenemos pensado recurrir a la justicia y en ella sí tengo fe», dice. De ser así, la marihuana se plantaría en un terreno en la zona de Vigo que le ofreció gratis un compañero.
Sanidad apela a «cuestiones de confidencialidad» para no detallar el estado del proceso ni pronunciarse hasta que finalice la evaluación. Pero Juan Manuel le deja un mensaje a quienes deciden: «No soy un vicioso ni un porrero, soy un enfermo que está pidiendo una medicina que es la marihuana». Y mientras no le permitan hacerlo de forma legal, asegura que seguirá recurriendo al mercado negro.