
Los eventos atmosféricos de las últimas semanas son diferentes cara de una misma moneda: el cambio climático
01 ago 2021 . Actualizado a las 12:26 h.El relato meteorológico del último mes y medio en el hemisferio norte perfectamente podría titularse El tiempo loco. Galicia tendría su propia versión con ¿Dónde se ha metido el sol?. Todos los eventos atmosféricos recientes, tanto las intensas olas de calor como las lluvias torrenciales, son diferentes caras de una misma moneda: la del cambio climático. También este pésimo verano en la comunidad encaja perfectamente con el nuevo contexto que aflora debido a la actividad humana.
El aumento de los gases de efecto invernadero que han alcanzado registros inéditos en los últimos cuatro millones de años han elevado la temperatura media de la Tierra 1,2 grados por encima de los niveles preindustriales. Una cifra suficiente para alterar el equilibrio energético global. La naturaleza detesta los desajustes y actúa contra ellos. La furia meteorológica que ha causado estragos en las últimas semanas no es otra cosa que el planeta reaccionando.
Más vapor de agua
En el ciclo del agua no sobra ni una gota. El océano evapora, genera nubes que precipitan y vuelven al mar. La cantidad nunca cambia. Lo que sí puede variar es la disponibilidad en cada uno de los estados. El cambio climático está provocando que disminuya en su estado sólido y aumente en gaseoso. Las consecuencias son dos: subida del nivel del mar por dilatación térmica y lluvias torrenciales. Un aire cálido tiene más capacidad para contener humedad que uno frío. Por ello, una atmósfera más caliente desarrolla un enorme potencial para descargar grandes cantidades de lluvia.
Hasta aquí la teoría. En la práctica significa que ahora son más frecuentes desastres naturales como los recientes diluvios en Alemania y China. Ambos eventos extremos fueron únicos en cuanto al origen y los registros. En el país germano influyó un ingrediente poco conocido por esas latitudes: la humedad tropical. Una lengua de aire cálido ascendió desde el cinturón tropical hasta el interior de Europa para poner la guinda al cóctel atmosférico que se estaba cocinando.
En el este de China se alcanzaron registros históricos. Uno puede quedarse con los 600 litros que cayeron en un día o en los 200 que se acumularon en solo una hora. Tal cantidad de agua en tan poco tiempo solo puede generar una catástrofe.
Temperaturas extremas
Debido al aumento de la temperatura mundial, la distribución de frío y calor entre el ecuador y los polos por medio del viento y las corrientes marinas ha cambiado. En el hemisferio norte tiene un huella muy visible: el debilitamiento de la corriente en chorro. Sus meandros llevan años generando una meteorología completamente caótica y creando situaciones difíciles de creer, como los 49,6 grados que se registraron en Canadá en junio. La parte ascendente abarcó la costa oeste de Norteamérica y desplazó una masa de aire muy caliente desde el sur. Hay que sumar la escasa vegetación que hay en la región debido a una intensa sequía.
En las últimas semanas la misma configuración que disparó el termómetro en Canadá elevó las máximas hasta valores históricos en Irlanda del norte (31,1 grados), Turquía (49,1) o el Death Valley, en California, (54,4). El pasado miércoles Japón registró una de las jornadas más cálidas de su historia, con 37,7 grados. En Tokio, la alta humedad generó unas condiciones insoportables para los deportistas. «Si bien los estudios de atribución rápida han demostrado el vínculo claro entre el cambio climático inducido por el hombre y los episodios de olas de calor sin precedentes registrados en el oeste de Estados Unidos y Canadá, en el hemisferio norte han mostrado los patrones ondulados planetarios están siendo inusuales este verano», asegura Omar Baddour, jefe de la División de Vigilancia del Clima de la Organización Meteorológica Mundial.
En este nuevo escenario, no solo tiene porque haber lluvias y calor extremo. Si la ondulación es descendente y abarcara la Península, el aire frío del norte provoca grandes nevadas como Filomena en invierno y en verano impide que el anticiclón de las Azores consiga encontrarse cómodo. Como resultado, el verano se comporta como lo es.
