La calle que casi no existe

SOCIEDAD

C. L.

La Rúa da Oliveira ostenta el peculiar récord de ser la calle más angosta de Santiago y una de las más estrechas de España, ofreciendo hasta un mínimo de 70 centímetros.

28 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La Rúa da Oliveira es tan estrecha que por ella no transitan ríos de gente, sino riachuelos, que desembocan en la Rúa Travesa. El cronista, conocedor de la calidad y abundancia de las viandas de los restaurantes santiagueses, deja el yantar para después de la visita a la calle, por miedo a ver aumentado su perímetro abdominal al punto de quedar encajonado como un buque en el Canal de Suez. El cronista gasta sombrero, y por la misma razón hoy no se ha puesto el de ala ancha. La rúa da Oliveira es la única calle donde en lugar de agorafobia, se siente claustrofobia. La única de Santiago en la que no llueve: solo llovizna, pues la lluvia no cabe.

El cronista, de camino, pasa por la Praza do Obradoiro, donde repara en un mimo haciendo la estatua. El mimo hace tan bien de estatua que se le posan las palomas. Un gaitero callejero pasa tocando y con una hilera de monedas siguiéndole, como ratones al flautista de Hamelín.

La Rúa da Oliveira es tan estrecha que hasta el aire ha de adelgazarse para pasar por ella, y parece diseñada expresamente para que paseen egipcios, los cuales, como de todos es sabido, caminan de perfil. Es paso recomendable para aquel que se haya excedido levemente en el consumo de bebidas espirituosas, pues su angostura, las paredes tan próximas, le proporcionan amparo a poco que se desvíe de la línea recta. Es de suponer que, en los pasacalles, los músicos la recorren en fila india, y tañen instrumentos pequeños como flautines y ocarinas. Y que los dueños de perros llevarán de la correa únicamente estilizados galgos italianos, schnauzer enanos y chihuahuas. Los niños juegan en el empedrado al fútbol con pelotas de ping pong. Adyacente a ella, se encuentra la Ruela de Sae se Podes, y el cronista enseguida cae en la cuenta de que se llama así porque carece de salida, y no porque se le haya dedicado a ningún eximio ciudadano o preeminente dama que se llamase Sae se Podes.

En la pequeña plaza que nace fruto de cruzarse la Rúa da Oliveira y la ruela homónima se levanta un olivo cargadito de años. Es este árbol símbolo de la paz, la que se respira aquí. El cronista estima que el milagrero Santiago Apóstol bien podría obrar el prodigio de que el olivo diese aceitunas rellenas de anchoa. O, cuando menos, de pimiento. Su sombra es de color verde oliva, y entre sus ramas canta un pájaro verde oliva. El cronista imagina que las raíces ahondan en la tierra para llegar al agua fresca de la Fonte dos Cabalos, que trotan alegremente por la Praza de Praterías.

Vuelven los peregrinos a Santiago. Alguno quizá piense aventurarse por la Rúa da Oliveira, una de las más angostas de nuestra piel de vaca y también de la piel de toro. Háganlo los más enjutos y absténganse los entrados en arrobas.

La Rúa da Oliveira es tan estrecha que deberían hacerla de un solo sentido peatonal. Y no plantar en ella árboles, sino bonsáis. Al declinar el día, se encienden sus lindos faroles, aunque para iluminarla bastaría una luciérnaga. Por la noche, la Rúa da Oliveira duerme, y sueña que es una gran avenida.

 Carlos López es integrante de Pinto & Chinto